Los secretos de la granja
Había una vez, en una pintoresca granja en las afueras de un pequeño pueblo, un grupo de animales que llevaban una vida muy rutinaria. Cada día, la gallina Clara, el gallo Ramón, la vaca Lila, el cerdo Pedro y el pato Lucas se despertaban al amanecer, cumplían con sus tareas y regresaban a descansar al atardecer. Sin embargo, lo que nadie sabía era que cada uno de ellos guardaba un secreto muy especial.
Un día, mientras estaban reunidos en el corral, Clara decidió romper el hielo.
- 'Che chicos, ¿no creen que sería bueno compartir lo que hacemos cuando la granjera no nos ve?'.
Todos miraron a Clara con curiosidad.
- 'Claro, contá, ¿qué hacés tú?', dijo Lila, moviendo su cola emocionada.
- 'Cuando la granjera se va a la ciudad, me encanta revolotear por el huerto y probar las lechugas. ¡Son tan frescas y crocantes!', confesó Clara.
- 'A mí me gusta hacer carreras con el pato', agregó Pedro, sonriendo.
- 'No digas eso, yo siempre gano', interrumpió Lucas con una sonrisa pícara.
Al ver la diversión entre sus amigos, Lila sintió que debía compartir su secreto también.
- 'Yo me paso el día jugando en el barro. ¡Es tan divertido!', dijo Lila, haciendo movimientos con su cola.
- '¿Barro? ¡Qué asco!', exclamó Ramón, el gallo.
- 'Déjanos en paz con tu picoteo, yo prefiero volar alto por el aire', replicó Clara.
Ese día, los animales se dieron cuenta de que sus secretos eran, en realidad, momentos de alegría y diversión. Pero la verdadera sorpresa llegó cuando Pedro decidió que era momento de compartir su propio secreto.
- 'Chicos, yo tengo un escondite secreto. Si me acompañan, les muestro algo increíble', dijo Pedro, emocionado.
Los animales, intrigados, siguieron a Pedro hacia el rincón más alejado de la granja. Allí había un viejo granero lleno de cosas olvidadas.
- 'Miren eso', dijo Pedro, señalando una puerta en la parte de atrás.
Cuando abrieron la puerta, encontraron un antiguo piano. Todos quedaron asombrados.
- '¡Un piano!', gritó Clara.
- 'Vamos a jugar con él', sugirió Lila.
Al principio, solo lograron hacer ruidos desafinados y gritos divertidos. Pero con cada intento, los animales comenzaron a coordinarse y se dio cuenta de que podían hacer una melodía. Al cabo de un rato, el granero se llenó de música y risas.
La música atrajo la atención de la granjera.
- '¿Qué es ese sonido?', se preguntó mientras se acercaba. Los animales se asustaron y huyeron a esconderse, pero no antes de que la granjera abriera la puerta del granero. Al ver el piano, no podía creer lo que veía.
- '¡Increíble! Esto es único en la granja!', exclamó, y comenzó a tocar unas notas. Los animales, desde sus escondites, escuchaban llenos de asombro. Entonces, Ramón tuvo una idea brillante.
- '¿Y si le mostramos a ella que también podemos tocar?', sugirió.
Con el corazón latiendo rápido, salieron de sus escondites y se acercaron al piano. Uno a uno, comenzaron a tocar una melodía que habían creado juntos, y la granjera sonrió con ternura.
- '¡Esto es maravilloso! ¿Por qué no hacemos un espectáculo en el pueblo?', propuso la granjera, animada por la idea.
Desde ese día, cada tarde después de realizar sus tareas, los animales practicaban para su gran presentación. Aprendieron a trabajar en equipo, a confiar unos en otros y a hacer algo especial juntos. El día del espectáculo, el pueblo quedó encantado con sus talentos.
- 'No sabía que los animales podían hacer música', decía la gente entre risas y aplausos.
Al final, todos se dieron cuenta de que, aunque venían de diferentes lugares, tenían algo en común: sus secretos los habían unido y llevado a descubrir una nueva pasión.
Y así, la granja se convirtió en un lugar donde la música sonaba y la risa nunca paraba. Cada vez que los animales se encontraban, recordaban no solo sus secretos, sino también que juntos eran capaces de crear magia.
Desde entonces, la granja no fue solo un lugar de trabajo, sino un hogar lleno de música y amistad.
FIN.