Los Secretos de la Maldad
Érase una vez en un bosque lejano, donde vivían criaturas que a veces eran temidas por los demás. Un ogro llamado Gregorio, una bruja llamada Beatriz y un lobo llamado Lucas se habían hecho amigos. Sin embargo, en sus corazones cargaban una tristeza secreta, porque todos los cuentos hablaban de ellos como 'los malos'. Un día, decidieron reunirse para compartir sus sentimientos.
"Me siento tan solo a veces", empezó a decir Gregorio, mientras miraba al suelo. "La gente siempre está asustada y se alejan corriendo cuando ven mi gran tamaño".
"A mí me gritan de lejos, diciendo que soy una bruja malvada", añadió Beatriz, mientras pensaba en su escoba. "Nunca preguntan si puedo ayudarles con algo".
"Y yo solamente quería un amigo con quien jugar", suspiró Lucas. "Pero todos piensan que solo me interesa asustar a las ovejas".
De repente, una pequeña ardilla llamada Lola se acercó.
"Hola, ¿por qué están tan tristes?" preguntó curiosa.
"Estamos cansados de ser los malos de la historia", respondió Gregorio con un suspiro.
Lola, al escuchar esto, tuvo una idea brillante.
"¿Por qué no muestran a todos lo buenos que pueden ser? Pueden crear una fiesta en el bosque, ¡y así invitan a todos!"
Gregorio, Beatriz y Lucas se miraron entre sí, intrigados por la propuesta.
"Podemos preparar buena comida, hacer juegos y contar historias", dijo Gregorio emocionado.
"¡Y yo puedo hacer pociones que traigan felicidad en lugar de miedo!", añadió Beatriz sonriendo.
"¡Yo les mostraré cómo aullar bajo la luna! Será divertido", exclamó Lucas, levantando su cola.
Así que comenzaron a planear la gran fiesta en el bosque. Día tras día, se esforzaron en la preparación. Hicieron pancartas coloridas y cocinaban en la cueva de Gregorio, mientras Beatriz hacía pociones de frutas y flores. Lucas preparó actividades para jugar como carreras entre animales y competencias de aullidos.
Cuando llegó el día de la fiesta, todo el bosque estaba lleno de vida. Los animales que antes temían al ogro, a la bruja y al lobo comenzaron a acercarse, atraídos por la música y el aroma de la comida.
"¡Vengan, vengan todos! ¡Hoy somos amigos!", llamó Gregorio con alegría.
Los animales dudaron al principio, pero la diversión era contagiosa. Poco a poco, comenzaron a unirse, y pronto la fiesta estaba en pleno apogeo. Todos se reían, comían y compartían historias.
En medio de la alegría, un pequeño conejo se acercó a Gregorio.
"¡Wow, sos muy amable! Nunca pensé que un ogro podría hacer un pastel tan rico".
El ogro sonrió, aliviado y feliz. En ese momento, un gran cambio ocurrió en su corazón.
"¿Ven? No somos tan malos como dicen", comentó Beatriz, mientras hacía un truco de magia sencillo que dejó a todos boquiabiertos.
"¡Es verdad!", se unió Lucas, mientras ladraba alegremente.
Los días pasaron y la fiesta se convirtió en una tradición. Gregorio, Beatriz y Lucas no solo demostraron que podían ser buenos amigos, sino que también aprendieron lo que significaba tener una familia elegida entre ellos y sus nuevos amigos del bosque.
Con cada fiesta, los animales del bosque se dieron cuenta de que no importaba cómo lucían, lo que contaba era la bondad que llevaban dentro.
Así, el ogro, la bruja y el lobo ahora eran vistos como héroes del bosque, y todos compartían risas y aventuras juntos. Se convirtió en una lección importante: nuestra apariencia no define quiénes somos, sino nuestras acciones y la manera en que tratamos a los demás.
Y así, el bosque siguió prosperando con el espíritu de amistad, amor y, sobre todo, aceptación.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.