Los secretos del lago sereno


Cristian era un niño muy especial en Villa Laguna Prieta. Desde pequeño, siempre estaba haciendo preguntas y buscando respuestas a todo lo que le llamaba la atención.

Su curiosidad no tenía límites y su inteligencia sorprendía a todos los habitantes del pueblo.

Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Cristian se encontró con una anciana muy sabia que le dijo: "Pequeño Cristian, tu sed de conocimiento es admirable, pero recuerda que también es importante aprender a escuchar y ser paciente". Cristian asintió con la cabeza y prometió intentarlo. Sin embargo, su carácter imperativo muchas veces lo llevaba a querer las cosas de inmediato y sin esperar el momento adecuado.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en la plaza del pueblo, vio un árbol frutal cargado de deliciosas manzanas. Sin pensarlo dos veces, decidió trepar para alcanzar las más grandes y jugosas.

Sus amigos le advirtieron que tuviera cuidado, pero él hizo caso omiso. -¡No te subas tan alto! ¡Puede ser peligroso! -le gritaron desde abajo. Pero Cristian estaba decidido a conseguir esas manzanas a toda costa.

De repente, una rama se rompió y Cristian cayó al suelo lastimándose el brazo. Afortunadamente, no fue nada grave, pero esa experiencia le enseñó una valiosa lección. A partir de ese día, Cristian comenzó a practicar la paciencia y a escuchar los consejos de los demás antes de actuar impulsivamente.

Con el tiempo, Cristian se convirtió en un joven aún más brillante y respetuoso. Siempre recordaba las palabras de la anciana sabia y entendía que la impaciencia solo traía consecuencias negativas.

Desde entonces, ayudaba a los demás con sus conocimientos e inspiraba a los más jóvenes a seguir aprendiendo cada día. Se había convertido en un ejemplo para todos en Villa Laguna Prieta.

Y así fue como el niño imperativo se transformó en un joven paciente y comprensivo, dispuesto a enfrentar cualquier desafío con sabiduría y calma.

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