Los Sentidos de Cami y el Misterio del Jardín



Era una mañana soleada en el barrio de Cami, y ella estaba muy emocionada por visitar el jardín mágico que su abuela siempre le había contado. "Este jardín tiene secretos, y los secretos se revelan a quienes saben observar", había dicho la abuela.

"¿Qué secretos, abuela?", preguntó Cami curiosa.

"Los sentidos son la clave, Cami. Escuchá, mirá, sentí, probá y olfateá cada rincón. Allí encontrarás muchas sorpresas", le sonrió su abuela.

Con su mochila llena de algunas galletas y su cuaderno, Cami partió hacia el jardín. Una vez dentro, se detuvo en el centro del jardín donde había un gran árbol con un banco de madera. Se sentó, y antes de empezar su exploración, decidió usar su sentido del oído.

Cami cerró los ojos y escuchó los sonidos del jardín. El canto alegre de los pájaros, el murmullo del viento entre las hojas y el zumbido de una abeja.

"¡Qué hermoso todo esto!", murmuró, y en ese momento escuchó un sonido peculiar.

Atraída por el sonido, Cami se levantó y siguió la melodía. Al acercarse, descubrió que venía de un pequeño arbusto lleno de flores coloridas. Allí, encontró a un pequeño pájaro atrapado entre las ramas.

"¡Oh, pobrecito!", exclamó Cami. "Tengo que ayudarlo". Usando su sentido del tacto, con mucho cuidado, comenzó a separar las ramas para liberar al pájaro.

Con un suave movimiento, logró liberar al pequeño ave. El pájaro, agradecido, voló en círculos alrededor de Cami antes de elevarse al cielo.

"¡Gracias, Cami! ¡Eres muy habilidosa!", piaba el pájaro.

Cami se sintió maravillada. "Mis oídos me llevaron aquí. ¡Qué lindo!", pensó. Pero en ese momento se dio cuenta de que tenía que continuar su aventura. Necesitaba encontrar el secreto que su abuela le mencionó.

Adentrándose más en el jardín, decidió usar su sentido del olfato. Aspiró profundamente el aire y olfateó cada planta que encontraba. De repente, un aroma dulce y fresco llamó su atención. La llevó hacia un grupo de fresas silvestres.

"¡Mmm!", dijo Cami mientras se acercaba, "no puedo resistirme a probarlas".

Con delicadeza, recogió una fresa y la probó.

"¡Deliciosas!", gritó entusiasmada. Pero al morder la fruta, notó algo brillante debajo de una hoja.

Curiosa, se inclinó y descubrió una pequeña clave dorada. "¿Para qué será esta llave?", se preguntó intrigada. Tal vez era parte del misterio.

Continuó su camino, y al poco rato, Cami llegó a una antigua casita de madera en el fondo del jardín. La puerta estaba cerrada, pero recordó la clave que había encontrado. Decidida, insertó la llave en la cerradura y, con un clic, la puerta se abrió lentamente.

"¡Qué lugar!", dijo mientras miraba dentro. El lugar estaba lleno de polvo, pero se notaba que habían cosas maravillosas en su interior.

"Voy a usar mi vista", pensó. Cami comenzó a explorar, observando cada rincón. En una estantería polvorienta encontró un viejo libro lleno de historias sobre el jardín.

Al abrir el libro, se sintió atraída por una página que contaba sobre un jardín encantado que se revelaba solo a quienes tenían un corazón puro y sabían usar sus sentidos.

Pero algo no encajaba... Cami recordó que su abuela siempre decía que el sentido del gusto también era importante.

"Tal vez haya algo más aquí que necesite probar para completar el misterio", razonó Cami.

A medida que exploraba, Cami encontró una jarra con un néctar que relucía bajo la luz. "Tal vez esto sea lo que necesito", pensó. Con cuidado, tomó un sorbo y, de inmediato, una luz mágica iluminó todo el lugar.

Los árboles del jardín comenzaron a brillar, las flores a expandirse, y el pájaro que había liberado antes apareció.

"¡Lo lograste! Ahora, el jardín está completo por tu valentía y el uso de todos tus sentidos", trinó el pájaro.

Cami comprendió que cada sentido había sido esencial para vivir esa aventura: escuchar la melodía, tocar el arbusto, oler las fresas y probar el néctar.

"Cada uno de mis sentidos me ayudó a descubrir este mágico secreto", sonrió Cami, sintiendo una profunda conexión con el jardín.

Y así, en su corazón, Cami llevó consigo la enseñanza que aprendió aquel día: la verdadera magia del mundo rodea a quienes se atreven a observar y apreciar con todos sus sentidos.

FIN.

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