Los Sentidos Mágicos del Instituto Técnico José Hernández



Era un soleado día en el Instituto Técnico José Hernández, los alumnos de segundo año se preparaban para la feria de alimentación que tendría lugar esa tarde. Todos estaban emocionados, pero especialmente un grupo de amigos: Lila, Tomás, Flor y Lucas, quienes habían estado trabajando arduamente en un proyecto muy especial sobre los sentidos.

"¡Vamos, chicos!" - exclamó Lila, ajustándose el delantal que habían decorado con colores brillantes.

"Sí, tenemos que montar la exposición de inmediato, no hay tiempo que perder" - agregó Tomás, con una sonrisa radiante.

La idea del proyecto era mostrar cómo los sabores, olores y texturas de la comida podían cambiar dependiendo de los sentidos que utilizáramos para disfrutarlos. Cada uno de ellos tenía una responsabilidad: Lila se encargaba de los sabores, Tomás de los olores, Flor de las texturas y Lucas de las presentaciones visuales.

Cuando llegaron al salón, se encontraron con que, aunque su stand estaba bien decorado, la competencia era feroz. Todos los demás grupos también habían hecho proyectos impresionantes.

"¿Creen que lograremos llamar la atención del jurado?" - preguntó Flor, un poco insegura.

"¡Claro que sí!" - dijo Lucas, dándoles un empujón de ánimo.

El tiempo pasó y llegó el momento de presentar su proyecto. Lila, enérgica y lista, tomó el micrófono y comenzó:

"¡Bienvenidos al mundo de los sentidos! Hoy vamos a descubrir cómo nuestros sentidos influyen en la forma en que disfrutamos de la comida. ¡Prepárense para una experiencia mágica!"

Primero, hicieron que el jurado probara diferentes frutas con los ojos vendados.

"Ustedes probarán estas frutas y deberán adivinar cuál es cuál solo con el sabor" - explicó Tomás mientras les ofrecía una rodaja de kiwi.

Los jurados se mostraron intrigados. La divertida sorpresa de no poder ver lo que comían hizo que se concentraran más en los sabores. Luego, Flor les mostró cómo una textura suave y cremosa podía cambiar totalmente la experiencia gastronómica.

"Ahora tocarán este pudding y este trozo de chocolate. ¿Pueden sentir la diferencia?" - preguntó Flor, emocionada.

Después llegó el turno de Lucas, quien había hecho un despliegue visual impactante.

"Miren cómo la misma fruta se puede presentar de diferentes maneras. ¡Este es un arcoíris de sabores!" - dijo mientras mostraba una colorida bandeja de frutas artísticamente cortadas.

Los jurados estaban cautivados, pero entonces, un chico del grupo rival, con cara de preocupación, exclamó:

"¡Pero…! No hay que olvidar que no todos tienen la misma capacidad para disfrutar de la comida!"

Esto generó un pequeño silencio. Los amigos se miraron entre sí, inseguros.

"Tienes razón, es importante tener en cuenta todas las experiencias" - agregó Lila, asintiendo.

Rápidamente, Tomás tomó el micrófono y se dirigió al jurado.

"¡Claro! Y por eso, decidimos que parte de nuestro proyecto incluiría cómo adaptar los sabores y texturas para que todos puedan disfrutar de la comida, sin importar sus preferencias y necesidades. Podemos utilizar una gran variedad de ingredientes para que cada uno elija lo que le haga feliz"

El jurado asintió, dándose cuenta de la profunda reflexión detrás del proyecto. La conversación siguió fluyendo con ideas cada vez más creativas. Al final de la jornada, mientras los estudiantes disfrutaban de sus refrigerios, el jurado se acercó a ellos con una sonrisa y les anunció la gran noticia.

"Felicitaciones, han ganado el primer lugar en la feria de alimentación!"

Todos se abrazaron y celebraron con alegría. Lila, Tomás, Flor y Lucas no solo se llevaron el trofeo, sino también un aprendizaje invaluable sobre el poder de la colaboración y cómo la inclusión puede enriquecer la experiencia de todos.

"Hoy hemos aprendido que la diversidad de experiencias hace a la comida aún más especial" - reflexionó Lila.

"Y que nuestros sentidos pueden ser mágicos si los usamos juntos" - concluyó Lucas.

Desde ese día, los amigos decidieron seguir explorando nuevas formas de hacer que la comida sea una experiencia única para todos, conociendo a más personas y compartiendo sus ideas brillantes. Así, el Instituto Técnico José Hernández no solo fue reconocido por su triunfo en la feria, sino también por su compromiso con la inclusión y el amor hacia la alimentación.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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