Los Serditos y la Gran Aventura
Había una vez en un bosque encantado, tres cerditos llamados Tito, Lila y Pipo. Cada uno tenía una personalidad distinta: Tito era juguetón y curioso, Lila era soñadora y creativa, y Pipo era serio y muy racional. Juntos compartían una casita hecha de ramitas y hojas.
Un día, mientras jugaban cerca del río, Lila propuso:
"¡Chicos! ¿No les gustaría construir una casa de verdad? Una que sea fuerte y nos proteja del frío del invierno."
"¡Sí! Pero ¿Cómo lo hacemos?" - preguntó Tito con entusiasmo.
"Yo tengo una idea. Podríamos usar materiales fuertes como ladrillos y madera. Así estaremos seguros."
Dijo Pipo, siempre más cauteloso.
Los tres cerditos concordaron y empezaron a planear su nueva casa. Tito se encargó de recolectar maderas y piedras, Lila comenzó a dibujar cómo se vería la casa y Pipo se ocupó de asegurarse de que todo cumpliera con las normas de seguridad.
Después de varios días de trabajo duro, lograron construir una casa bastante resistente. Sin embargo, una mañana, mientras desayunaban unos deliciosos muffins de frutas, se escuchó un fuerte ruido afuera. Al asomarse, vieron a un enorme lobo, con ojos muy grandes y una expresión muy feroz.
"¡Hola, cerditos! Me gustaría entrar a su casa" - rugió el lobo, mostrando sus afilados dientes.
"¡Nunca!" - respondieron al unísono los cerditos, aterrorizados.
El lobo se enojó y decidió intentar derribar la casa. La golpeó con todas sus fuerzas, pero la nueva casa era fuerte.
Después de varios intentos fallidos, el lobo decidió cambiar de estrategia. En lugar de atacar, se acercó de una manera más amable.
"Cerditos, tengo una propuesta. ¿Qué tal si hacemos un trato? Yo les ayudo a reforzar su casa y ustedes me enseñan a hacer esos muffins tan ricos."
Los cerditos se miraron entre ellos, dudando. Pipo, siempre cauteloso, preguntó:
"¿Y por qué deberíamos confiar en vos?"
"Porque no siempre tengo que ser el malo. Puedo ser un buen amigo, pero necesito ayuda."
"No sé..." - dijo Lila, intrigada pero temerosa.
"Démosle una oportunidad. A veces la apariencia engaña. Puede que sea bueno trabajando juntos, y además, quiero esos muffins."
Propuso Tito, más abierto a la idea.
Finalmente, los cerditos decidieron dar una oportunidad al lobo. Cuando entraron a la casa, el lobo empezó a ayudar a reforzar las paredes, llenó los huecos con paja, y con sus zanjas deshacer las áreas débiles. Cada tarde, los cerditos horneaban muffins y el lobo se mostraba agradecido. Así, a medida que trabajaron juntos, el temor de los cerditos se fue desvaneciendo y comenzaron a ver al lobo como un amigo.
Con el tiempo, la casa se volvió más fuerte que nunca y el lobo también aprendió a hacer muffins.
"¡Estos muffins están riquísimos!" – exclamó el lobo después de probarlos.
"¡Sí! ¡Y ahora tenemos una casa mucho más segura!" - comentó Tito emocionado.
Un día, mientras jugaban en el jardín de su casa renovada, un grupo de animales del bosque se acercó. Todos querían ver al nuevo amigo del pueblo, y los serditos no dudaron en presentarlo.
"¡Este es nuestro amigo el lobo! ¡Nos ayuda a hacer muffins y reforzar la casa!" - dijo Lila contenta.
"¡Sé que puede parecer un poco asustador, pero es muy amable!" - agregó Tito.
Los otros animales, al ver la buena voluntad del lobo, comenzaron a acercarse también, y pronto se hicieron amigos. El lobo, que antes era visto con temor, ahora era parte de la comunidad.
Desde ese día, los serditos y el lobo se convirtieron en los mejores amigos. Aprendieron que algunas veces, lo que parece amenazante puede convertirse en algo maravilloso, y que la cooperación puede transformar situaciones difíciles en grandes alegrías.
Y así, en esa casita ahora llena de risas y aromas de muffins, Tito, Lila, Pipo y el lobo vivieron muchas aventuras juntos en el bosque encantado, enseñando a todos los demás a no juzgar por las apariencias y a encontrar la amistad donde uno menos se lo espera.
Y colorín colorado, esta aventura ha terminado. ¡Fin!
FIN.