Los Siete Amigos de los Sentidos
En un colorido y alegre pueblo llamado Sensópolis, vivían siete amigos especiales: Violeta, el sentido del olfato; Lucas, el sentido del gusto; Clara, el sentido de la vista; Pablo, el sentido del tacto; y Sonia, el sentido del oído. Juntos, disfrutaban de muchas aventuras cada día.
Un día, mientras jugaban en la plaza, decidieron tener un concurso para ver quién de ellos podía encontrar el tesoro escondido en el bosque cercano. Todos se emocionaron y se pusieron en marcha.
"¿Quién tiene que ir primero?" - preguntó Clara, con sus grandes ojos brillando de emoción.
"Yo puedo ir primero, yo tengo el mejor sentido del olfato," - dijo Violeta, olfateando el aire con entusiasmo.
"Pero quizás vos no podés ver bien por los árboles," - interrumpió Clara, señalando que las ramas podrían obstruir la vista.
"Bueno, entonces yo iré después de vos. Apuesto a que yo puedo encontrar el tesoro primero," - agregó Lucas, sonriendo con picardía mientras saboreaba una golosina.
El grupo se dividió en dos equipos. Violeta, Clara y Pablo decidieron trabajar juntas, mientras que Lucas, Sonia y Pablo formaron el otro equipo.
Cada uno utilizaba su sentido especial para buscar el tesoro. Violeta seguía el aroma de las flores y los árboles, Clara miraba atentamente buscando algo brillante en el suelo, y Pablo tocaba las diferentes texturas de las piedras y la tierra para ver si el tesoro estaba escondido.
Mientras tanto, Lucas, con su sentido del gusto, decidía probar algunos frutos que encontraban en el camino.
"Mmm, esto está delicioso. Tal vez el tesoro también sea comestible," - decía Lucas, mientras Sonia reía a su lado.
De repente, Clara exclamó:
"¡Chicos! ¡Miren! Hay una caja brillante entre las raíces de ese árbol!"
Todos se acercaron emocionados y comenzaron a cavar juntos. La caja era de madera, cubierta de polvo y hojas.
"¿Qué habrá adentro?" - dijo Pablo, curioso y ansioso al mismo tiempo.
Con mucho esfuerzo, lograron abrir la caja. Sin embargo, en lugar de encontrar tesoros, solo había un montón de papel arrugado.
"¿Esto es todo?" - se lamentó Lucas, decepcionado.
Sonia, al escuchar el suave sonido del papel al ser tocado, tuvo una idea:
"Chicos, ¿y si hacemos algo con esto? Podemos usar nuestra creatividad y transformar este papel en algo hermoso!"
Esa idea iluminó sus mentes. Clara comenzó a dibujar, Violeta empezó a perfumar los dibujos con sus aromas favoritos, Pablo recortaba y hacía formas, mientras Lucas decoraba con frutas, y Sonia les decía cómo juntarlo todo para armar una gran obra de arte.
En cuestión de poco tiempo, crearon un gigantesco mural lleno de colores y texturas, que representaba el bosque donde vivían. Cada sentido había aportado su toque especial, convirtiendo algo simple en algo extraordinario.
Cuando terminaron, todos se sintieron muy orgullosos.
"Miren lo que hicimos juntos, y eso es más valioso que cualquier tesoro material," - afirmó Clara.
Y desde ese día, los siete amigos aprendieron que, aunque cada uno tenía su propio sentido, juntos podían lograr cosas increíbles.
"No importa si el tesoro no era oro o joyas. ¡Nuestra amistad y nuestra colaboración son el verdadero tesoro!" - dijo Lucas, riendo.
Así, en Sensópolis, continuaron viviendo aventuras, siempre recordando que cada sentido era especial y que, al unirlos, podían ver, oír, tocar, oler y saborear el mundo de maneras que nunca habían imaginado.
Desde entonces, Sensópolis se llenó de murales y arte colaborativo, inspirando a todos a trabajar juntos y celebrar sus diferencias. Y al final del día, los amigos se reunían para compartir lo que cada uno había descubierto, disfrutando de la magia que traen los cinco sentidos, siempre en busca de nuevas aventuras y tesoros culturales en su querido pueblo.
FIN.