Los siete y Ana


Había una vez, en un reino muy lejano, siete personajes muy especiales. Cada uno de ellos tenía un pecado que los hacía sentir diferentes a los demás y les impedía ser felices.

El primero era la Ira, siempre estaba enojado y molestaba a todos con sus gritos. El segundo era la Envidia, nunca estaba contento con lo que tenía y siempre quería lo que otros tenían.

El tercero era la Pereza, no quería hacer nada y se quedaba acostado todo el día. El cuarto era la Soberbia, creía que él era el mejor y menospreciaba a los demás. El quinto era la Lujuria, siempre pensaba en cosas indebidas y no podía controlar sus deseos.

El sexto era la Gula, comía demasiado y no dejaba nada para los demás. Y por último estaba la Avaricia, nunca compartía lo que tenía porque creía que perdería algo.

Estos siete personajes vivían juntos pero cada uno seguía su propio camino sin preocuparse por el resto. Un día llegó al reino una niña llamada Ana quien notó cómo estos personajes se comportaban mal entre ellos mismos y con las personas del lugar.

Ana decidió ayudarlos e ideó un plan para cambiarlos para bien. Un día Ana convocó a todos los personajes del reino para una gran cena donde ella prepararía todos los alimentos más deliciosos de esa tierra.

"¡Buenas tardes! Hoy he invitado a toda esta hermosa ciudad a cenar", dijo Ana sonriendo amablemente. Los siete personajes estaban emocionados por tener una cena tan especial pero pronto descubrieron que había un problema.

Ana les dijo que la cena solo tendría siete platos y cada uno de ellos debía esagarrar uno. "¿Cómo es posible? ¡Solo hay siete platos para todos nosotros!", se quejó la Envidia. "No me gusta esto, yo quiero comer todo lo que haya", dijo la Gula.

"Yo no voy a compartir mi comida con nadie", exclamó la Avaricia. Ana los miró fijamente y les dijo: "Sé que no están acostumbrados a compartir, pero hoy vamos a hacer algo diferente.

Cada uno va a elegir su plato favorito y luego van a intercambiarlo con alguien más. Así podrán probar otros sabores y aprenderán algo nuevo". Los personajes dudaron al principio, pero finalmente aceptaron el reto propuesto por Ana.

La Ira eligió una sopa picante mientras que la Soberbia eligió una carne asada. La Envidia eligió el postre más dulce y la Pereza eligió una ensalada fresca. La Lujuria decidió por un rico pastel de chocolate y la Gula optó por unos deliciosos ravioles de carne.

Por último, la Avaricia eligió un flan muy especial. Cuando llegó el momento de intercambiar los platos, los personajes comenzaron a sentirse incómodos e inseguros, ya que nunca habían compartido nada antes ni habían probado cosas nuevas.

Pero cuando empezaron a probar las comidas de los demás se dieron cuenta de lo maravillosa era esa experiencia porque podían conocer nuevos sabores e ideas diferentes sobre cómo cocinar alimentos; además descubrieron que podían compartir y aprender de los demás.

"Este plato es muy rico, gracias por compartirlo conmigo", dijo la Ira a la Soberbia. "Nunca había probado una ensalada tan fresca como esta, gracias Pereza", dijo la Lujuria mientras sonreía amablemente.

Los personajes habían aprendido algo nuevo ese día, se dieron cuenta que al compartir y conocer lo que otros tienen o piensan se pueden hacer las cosas más interesantes y divertidas. Así empezaron a trabajar juntos para mejorar su convivencia en el reino y sus vidas.

Desde aquel día no volvieron a ser los mismos personajes egoístas sino personas más abiertas al cambio, dispuestas a compartir experiencias y conocimientos para crecer juntos.

Así termina nuestra historia donde Ana les enseñó una lección importante sobre la importancia del respeto, el compañerismo y la apertura hacia nuevas ideas.

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