Los Sonidos de Martina
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Sonora, donde todos los habitantes tenían un don especial: podían reconocer cualquier sonido que escucharan.
Desde el canto de los pájaros en el campo hasta el bullicio de la ciudad, pasando por los sonidos del propio cuerpo y los increíbles acordes del circo que visitaba cada año. En este pueblo vivía Martina, una niña curiosa y muy atenta a todos los sonidos que la rodeaban.
Un día, mientras paseaba por el campo, Martina escuchó un sonido diferente a todos los que conocía. Era como un zumbido suave pero constante que parecía venir de lo más profundo del bosque.
Intrigada por aquel sonido desconocido, Martina decidió adentrarse en el bosque siguiendo la melodía misteriosa. A medida que avanzaba entre los árboles, otros sonidos se sumaban al zumbido inicial: el crujir de las ramas bajo sus pies, el cantar de los grillos y el murmullo del arroyo cercano.
De repente, Martina llegó a un claro donde descubrió a una abeja trabajando afanosamente en su colmena. El zumbido que había escuchado era el laborioso trajinar de las abejas recolectando néctar para hacer miel.
Fascinada por aquel nuevo sonido del campo, Martina decidió quedarse observando a las abejas y aprendiendo sobre su importante labor. Al regresar al pueblo, Martina compartió con sus amigos la experiencia vivida en el bosque y les enseñó a reconocer el zumbido de las abejas.
Todos quedaron maravillados y agradecidos por haber ampliado su repertorio auditivo gracias a la curiosidad de Martina. Pero la aventura de Martina no terminaría ahí.
Un día, mientras paseaba por las calles bulliciosas de la ciudad, escuchó un sonido peculiar proveniente de una esquina muy transitada. Se trataba del ruido metálico y repetitivo de unas baquetas golpeando tambores con ritmo frenético.
Martina siguió aquel emocionante sonido hasta encontrarse con un grupo callejero de percusionistas que llenaban la plaza con su música contagiosa. Fascinada por aquella nueva experiencia urbana, Martina se animó a bailar al ritmo de los tambores junto a otros espectadores extasiados por la magia musical.
A partir de ese día, Martina incorporó aquel vibrante sonido urbano a su repertorio auditivo e inspiró a sus amigos a explorar también los diferentes sonidos que ofrecía la ciudad más allá del bullicio cotidiano. Pero aún faltaba algo inesperado por descubrir para nuestra valiente protagonista.
Durante una noche estrellada en Villa Sonora, cuando todos dormían plácidamente en sus casas iluminadas solo por las estrellas y la luna brillante; Martina despertó sobresaltada al escuchar un ruido extraño proveniente desde su propia casa.
Al principio pensó que era producto de su imaginación o tal vez algún sueño confuso; sin embargo, pronto se dio cuenta de que aquel sonido inusual no dejaba lugar para dudas: ¡era su propio corazón latiendo fuerte y rápido!"¡Qué extraño! ¿Cómo es posible que nunca haya prestado atención antes al latir de mi propio corazón?" -se preguntaba asombrada Martina mientras intentaba controlar sus nervios ante aquel descubrimiento tan íntimo y personal.
A partir de esa reveladora experiencia nocturna, Martina aprendió a reconocer no solo los sonidos externos del mundo que la rodeaba sino también los internos; como el latir constante y vital de su corazón recordándole lo maravilloso que era estar viva cada día.
Y así fue como nuestra valiente protagonista logró expandir aún más sus habilidades auditivas al incluir también los fascinantes sonidos propios tanto del campo como dela ciudad; pero sobre todo aprendió a valorar cada palpitar interno como parte fundamentalde quien era realmente.
FIN.