Los sonidos del silencio en Buenos Aires



Había una vez en la bulliciosa ciudad de Buenos Aires, un niño llamado Mateo que tenía una discapacidad auditiva.

A pesar de no poder escuchar como los demás, Mateo era un chico alegre y curioso que disfrutaba explorando su entorno con sus otros sentidos. Un día, Mateo decidió aventurarse en el transporte público para ir al parque a jugar con sus amigos.

Al subir al colectivo, se dio cuenta de lo ruidoso que era el ambiente: la gente hablaba fuerte, la música sonaba a todo volumen y el motor del vehículo retumbaba en sus oídos. Mateo miraba por la ventana intentando captar las vibraciones y movimientos para entender lo que pasaba afuera.

Al intentar comunicarse con el chofer para preguntar si estaban cerca de su parada, se encontró con el primer obstáculo: el conductor no sabía lengua de señas y no podía entenderlo. Mateo se sintió frustrado al ver que nadie parecía comprender su situación.

Finalmente, llegó el momento de bajar del colectivo. Pero al levantarse para dirigirse hacia la puerta, un grupo de personas se adelantó empujándolo sin darse cuenta de su discapacidad.

Mateo se sintió desorientado y asustado en medio de esa multitud que no tenía en cuenta su condición especial. Sin embargo, justo cuando creía que todo estaba perdido, una joven pasajera notó la dificultad de Mateo y decidió ayudarlo.

Con paciencia y empatía, le indicó con gestos amigables cuándo debía bajar y lo acompañó hasta la puerta del colectivo. "¡Gracias!", dijo Mateo con alegría en sus ojos mientras bajaba del vehículo. La joven sonrió cálidamente y le respondió: "¡De nada! Siempre es bueno ayudarnos unos a otros".

Desde ese día, Mateo aprendió a enfrentar los obstáculos que surgían en su camino debido a su discapacidad auditiva.

Descubrió que siempre habría personas dispuestas a tenderle una mano amiga y que su capacidad para superar desafíos era mucho más grande de lo que imaginaba.

Así, entre altibajos y momentos emotivos, Mateo siguió recorriendo la ciudad con valentía y determinación, convirtiendo cada viaje en una nueva oportunidad para demostrar que las barreras pueden ser derribadas cuando hay amor y solidaridad en el corazón.

FIN.

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