Los Sonidos Mágicos de Montería



Era un día soleado en la guardería Montería, donde un grupo de pequeños de un año de edad se reunía para compartir aventuras y aprender cosas nuevas. Todos los días era una fiesta llena de risas y juegos, pero hoy había algo especial en el aire. La seño Clara había planeado una actividad sorprendente que haría brillar los ojos de los chicos.

"¡Hola, mis tesoros!" - saludó la seño Clara con una gran sonrisa. "Hoy vamos a descubrir los sonidos de los animales. ¿Están listos para escuchar?"

Los niños aclamaron emocionados.

"¡Sí, sí, sí!" - gritaban moviendo sus manitos.

La seño Clara sacó de su mochila un altavoz y comenzó a reproducir una grabación de varios animales.

"Escuchen bien cada sonido. Primero, el gallo. ¿Qué dice el gallo?"

De repente, los niños comenzaron a imitar.

"¡Kikirikí!"

"¡Muy bien! Ahora pasamos a la vaca. ¿Qué dice la vaca?"

Los pequeños, llenos de entusiasmo, respondieron:

"¡Muuuu!"

La seño Clara siguió con el perro, el gato y otros animales, y cada vez que uno de ellos acertaba, los aplausos y risas llenaban el aire.

Sin embargo, mientras jugaban, se dieron cuenta de que un niño, llamado Mateo, no participaba. Se veía un poco triste y con la cabeza gacha.

"¿Por qué no te unes, Mati?" - le preguntó Clara.

"No sé los sonidos de los animales..." - respondió él, inseguro.

La seño Clara se agachó a la altura de Mateo y le sonrió.

"No te preocupes, Mati, ¡podemos aprender juntos! Vamos a escuchar uno más, ¿te parece?"

Mateo asintió lentamente. La seño puso un nuevo sonido, esta vez un fuerte “¡Hipo! ” de un hipopótamo. Los niños estallaron en risas.

"¿Qué dice el hipopótamo?" - preguntó Clara.

"¡Hipo hipo!" - gritaron juntos, y ambos brazos se alzaron al aire.

"¡Muy bien!" - celebró Clara.

Mateo comenzó a sonreír, y poco a poco se fue uniendo a sus amigos, imitando cada sonido con alegría. La magia de los sonidos fue convirtiéndose en una verdadera fiesta.

Luego, Clara decidió que era hora de un giro diferente.

"Chicos, ¿saben qué? Ahora vamos a hacer un juego de búsqueda. Les voy a dar un animal, y ustedes tendrán que buscarlo escondido en el patio. ¡El primero que lo encuentre tendrá un premio!"

Los ojos de los niños brillaron al escuchar eso.

"¡Yo quiero, yo quiero!" - gritó Sofi.

"Muy bien. ¡Primero buscaremos el perrito!" - dijo Clara, y todos salieron corriendo hacia el patio.

Mientras buscaban, encontraron muchos otros animales de juguete. Sin embargo, Mateo se detuvo de repente.

"¡Seño! ¡Yo creo que encontré el hipopótamo!"

Clara se acercó corriendo.

"¡Exacto, Mati! ¡Sos un gran detective!" - celebró.

Con cada descubrimiento, los pequeños aplaudían, e incluso se inventaron nuevos sonidos para cada uno de los animales que encontraban.

"¡Hipo hipo!" - exclamó Mateo, imitando al hipopótamo mientras todos reían a carcajadas.

Finalmente, al regresar a la sala, Clara les invitó a sentarse en círculo.

"¿Les gustó esta aventura?" - preguntó.

"¡Sí!" - respondieron todos con alegría.

"Recuerden, chicos, que cada vez que aprendemos algo nuevo, estamos llenando nuestro corazón de magia. Y nunca hay que tener miedo de aprender, porque siempre hay algo divertido y sorprendente esperándonos. ¡Los sonidos de los animales son solo el comienzo!"

Y así, en la guardería Montería, se creó una conexión especial entre los niños y el aprendizaje. Mateo descubrió que no solo podía aprender a hacer sonidos de animales, sino también que nunca estaba solo en el camino de aprender algo nuevo. Juntos, llenaron cada rincón con risas, diversión y el mágico mundo de los sonidos.

FIN.

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