Los Sueños de Mateo



Mateo era un niño que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes. Todos los días, caminaba por el sendero de tierra para llegar a la escuela rural donde estudiaba junto a sus amigos. Pero lo que más le entusiasmaba a Mateo era el fútbol. Por las tardes, después de hacer la tarea, se reunía con sus amigos en la plaza del pueblo para jugar y soñar con ser un futbolista profesional.

Un día, mientras pateaban la pelota, Mateo dijo:

"Un día voy a jugar en primera división y todos van a venir a verme."

"¡Sí, Mateo! ¡Lo vamos a hacer!" respondió su amigo Julián, mientras intentaba hacer una chilena y caía de espaldas en la tierra.

Sin embargo, había un problema. Mateo sabía que para que su sueño se hiciera realidad, necesitaba jugar en un club más grande. Pero... el club de la ciudad estaba a veinte kilómetros de su hogar y sus padres no podían cubrir los gastos de transporte.

"No puedo jugar en el club si no tengo cómo llegar, mamá. Necesito unos pesos para el colectivo."

"Lo siento, hijo. Sabes que apenas llegamos a fin de mes con el trabajo del campo. Pero si es tu sueño, haré lo posible por ayudarte," le respondió su mamá con una sonrisa.

Decidido a no rendirse, Mateo decidió que tenía que encontrar una solución. Así que un día, después de la escuela, se acercó a la señora Rosa, quien vendía empanadas en la esquina del pueblo.

"¿Puede ayudarme, señora Rosa? Quiero jugar en el club de la ciudad, pero no tengo cómo llegar."

"Claro, Mateo. Si me ayudas a vender empanadas en la plaza durante el fin de semana, puedo pagarte el pasaje para que vayas a entrenar," le dijo la señora, encantada de ver la determinación del niño.

Mateo aceptó entusiasmado. Durante semanas, se levantó temprano los sábados y domingos para ayudar a la señora Rosa. Vendía empanadas y sonreía a los clientes, mientras contaba historias sobre sus sueños de ser futbolista.

Un día, mientras estaba vendiendo, un hombre mayor lo observó y se acercó.

"Hola, chico. He escuchado que quieres ser futbolista. ¿Te gustaría que te entrenara? Soy Daniel, el entrenador del club de la ciudad."

"¡Sí, por favor!" respondió Mateo, con los ojos brillando de emoción.

Daniel vio el talento de Mateo y decidió darle una oportunidad. Así que, gracias a los días trabajando con la señora Rosa, tenía el dinero para el transporte y la oportunidad de entrenar con el mejor.

A medida que pasaban las semanas, Mateo no solo mejoraba en sus habilidades de fútbol, sino que también inspiraba a otros niños de su escuela a que persiguieran sus sueños. Julián, su amigo, dejó de jugar solo por diversión y comenzó a entrenar con él. Ambos se volvían cada vez más competitivos, alentándose unos a otros para ir más allá.

Un día, se organizó un torneo entre los clubes de la región. Mateo, Julián y su equipo estaban nerviosos, pero Mateo tuvo una idea.

"Chicos, no importa si ganamos o perdemos. Lo más importante es que estemos juntos y disfrutemos el juego. Así que juguemos con todos nuestros sueños en el corazón."

El día del torneo llegaron en un micro lleno de ilusión. El equipo luchó duro en cada juego, pero el desafío fue más grande de lo que esperaban. Al final, llegaron a la final, enfrentándose a un equipo conocido por haber ganado muchos campeonatos anteriores.

En el último minuto del partido, Mateo recibió el balón y, recordando todas las mañanas que había pasado ayudando a la señora Rosa, pateó con todas sus fuerzas. El balón voló, pasó entre los defensores y fue gol. ¡El estadio estalló en vítores!"¡Lo lograste, Mateo! ¡Sos un crack!" gritó Julián mientras abrazaba a su amigo.

Finalmente, su equipo ganó el torneo, y Mateo no solo se perdió en la gloria del juego, sino que también se dio cuenta de que los sueños se cumplen cuando se trabaja duro y se cuenta con el apoyo de las personas que nos rodean.

A su vuelta, Mateo les dijo a sus amigos:

"Todos podemos cumplir nuestros sueños, solo hay que tener determinación y contar con el apoyo de quienes nos quieren."

El tiempo pasó y aunque Mateo seguía trabajando al lado de la señora Rosa para costear sus gastos de transporte, todos pudieron ver cómo su talento en el fútbol lo acercaba cada día más a su sueño de ser futbolista profesional. Y así, inspiró a su comunidad a creer en sus propias aspiraciones, demostrando que la fe y el trabajo en equipo pueden mover montañas, o en este caso, pelotas de fútbol.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!