Los Sueños de Norbelis
En una vibrante Caracas, rodeada de montañas y con el suave murmullo del mar en la distancia, vivía una joven llamada Norbelis. Desde chiquita, Norbelis mostraba un increíble interés por la tecnología. Su habitación estaba llena de gadgets, cables y libros que leía una y otra vez.
Un día, mientras paseaba por la playa, sintió una brisa refrescante y vio a un grupo de niños jugando con una tablet. Se le iluminó la cara y les preguntó:
"¿Qué están haciendo, chicos?"
Los niños, emocionados, le respondieron:
"Estamos creando un juego. ¡Te gustaría probarlo!"
Norbelis, que siempre tenía mil ideas en la cabeza, les dijo:
"Claro que sí, me encantaría! Siempre he soñado con crear mis propios juegos."
Después de jugar un rato, Norbelis volvió a casa con una gran sonrisa, pensando en lo que había descubierto. Esa noche, decidió que quería aprender a programar. Se sentó frente a su computadora y comenzó a buscar tutoriales.
Cuando sus padres se dieron cuenta de su interés, le dijeron:
"Norbelis, estamos muy orgullosos de ti. ¿Por qué no te inscribes a un taller de programación?"
Norbelis, con mucho entusiasmo, respondió:
"¡Sí, me encantaría! Pero también quiero ser locutora. A veces me imagino contando historias en la radio, como las que escucho al atardecer en la playa."
Durante el taller de programación, Norbelis conoció a muchos amigos que compartían sus sueños. Pero, a veces, su mente se distraía con facilidad y le costaba concentrarse en las clases. En uno de esos momentos, conoció a un chico llamado Tomás, que le dijo:
"No te preocupes, Norbelis. A mí también me pasa. Podríamos estudiar juntos. ¡Así nos apoyamos!"
Contenta, Norbelis aceptó su propuesta. Juntos, aprendieron a programar y a crear juegos.
Pero Norbelis también quería explorar su pasión por la locución y decidió inscribirse en un curso de locución. El primer día, se encontró con una profesora muy carismática llamada Rosa.
"Bienvenidos a la clase de locución. Aquí aprenderán a contar historias que cautiven a su audiencia", les dijo Rosa.
Norbelis se sintió tan emocionada que exclamó:
"¿Podré contar historias sobre tecnología y aventuras en la playa?"
Rosa sonrió y respondió:
"¡Claro! Todas las historias son válidas si vienen del corazón."
Norbelis comenzó a practicar en el taller de locución mientras seguía desarrollando sus habilidades de programación con Tomás. Sin embargo, a veces se sentía desanimada porque tenía tanto por hacer. Un día, mientras caminaba por la playa llena de dudas, se sentó en la arena y susurró al mar:
"No sé si podré lograrlo. Quiero ser ingeniera y locutora, pero parece que no tengo tiempo para todo."
El mar, como si la entendiera, le trajo una idea brillante. Comenzó a escribir su propia historia, una en la que combinaba la tecnología y la locución. Al llegar a casa, se sentó y empezó a escribir:
"Había una niña que podía programar un mundo mágico donde las voces del mar contaban historias a los vientos..."
Cada palabra la motivaba más, y cada día se iba sintiendo más confiada en sus habilidades.
Con el paso del tiempo, Norbelis se volvió muy buena en ambas cosas. Decidió, para su proyecto final del curso de programación, crear un juego donde los jugadores cruzaban la selva, enfrentándose a diferentes desafíos. Para la locución, grabó una narración que acompañaba el juego, inspirándose en sus aventuras en la playa.
Al presentar su proyecto, la profesora Rosa dijo:
"¡Este es una obra maestra, Norbelis! Has combinado tus pasiones maravillosamente."
Tomás, lleno de orgullo, agregó:
"Siempre creí en ti. Eres una genia!"
Norbelis, con lágrimas de felicidad, respondió:
"No podría haberlo hecho sin ustedes. Gracias por creer en mí."
Ese día, Norbelis se dio cuenta de que no había nada que no pudiera lograr si seguía su pasión. Con la ayuda de amigos, y cada vez más segura de sí misma, decidió que quería seguir combinando su amor por la tecnología con su deseo de contar historias y ser locutora.
Así, la joven de Caracas, rodeada de montañas y el canto del mar, se convirtió en una ingeniera y locutora inspiradora, recordando que los sueños son posibles si uno se atreve a seguirlos.
FIN.