Los Sueños del Abuelo
Era un día gris en la pequeña ciudad de San Martín. Lucas, un niño de siete años, caminaba cabizbajo por las calles. Había perdido a su querido abuelo hacía unas semanas y la tristeza lo acompañaba a todas partes. El abuelo Eugenio siempre le contaba historias sobre sus propias aventuras, pero desde su partida, esas historias parecían perdidas en el aire, como hojas llevadas por el viento.
Una noche, mientras se acomodaba en su cama, Lucas le susurró a la luna: "Abuelo, ¿dónde estás?" Y en ese instante, se quedó dormido. En sus sueños, el abuelo apareció con su gorra verde y su voz suave.
"Hola, Lucas. ¿Cómo estás, mi campeón?" - dijo Eugenio con una sonrisa.
Lucas se frotó los ojos y dejándose llevar por la alegría del momento, respondió:
"¡Abuelo! Te extraño tanto. La casa se siente vacía sin vos."
"Lo sé, pequeño. Pero siempre estoy contigo, en los recuerdos y en las historias que compartimos."
Lucas sintió la calidez del abrazo de su abuelo y, por un momento, su tristeza se transformó en un leve destello de alegría. Sin embargo, la mañana siguiente la tristeza volvía a invadirlo.
Días pasaron y cada noche, cuando Lucas se dormía, su abuelo regresaba en sus sueños:
"Hoy vamos a explorar el bosque, Lucas. ¿Te gustaría?"
Lucas no podía creerlo.
"¿Realmente puedo ir al bosque contigo?" - preguntó, lleno de emoción.
"Sí, pero debes recordar que siempre hay algo nuevo por descubrir, incluso en los lugares que ya conoces. Vamos."
Lucas y su abuelo soñador viajaron a un mágico bosque donde los árboles eran más altos que edificios. Había mariposas de colores brillantes y un río que sonaba como risas. Lucas corría y se divertía, sintiéndose renovado por la compañía del abuelo.
"Abuelo, ¡mira ese árbol gigante! ¿Te acuerdas de la historia del árbol que daba frutos dorados?" - preguntó Lucas.
El abuelo se rió.
"Sí, y ese árbol en frente tuyo puede ser igual de especial. Cada uno tiene su propia historia. ¿Querés contarme la tuya?"
Lucas se volvió serio y dijo:
"A veces siento que ya no puedo ser feliz sin vos. Todo parece tan gris."
El abuelo Eugenio se acercó y le acarició el cabello.
"Recuerda, Lucas, la vida continúa, y cada día es una nueva aventura. Puedes encontrarme en cada hoja que cae, en cada rayo de sol y, sobre todo, en tu corazón. Allí es donde estás guardando todas nuestras aventuras juntos."
Pero una mañana, al despertar, Lucas sintió una tristeza especial, como si el abuelo nunca regresara. Decidió que debía hacer algo para honrar su recuerdo. Así que salió de su casa, llevó una caja de colores y papel, y se sentó en el parque, donde siempre habían jugado juntos.
Mientras dibujaba, recordó todas las historias y risas compartidas. En ese momento, una idea brillante le iluminó la mente.
"¡Puedo contar nuestras historias!" - exclamó con alegría.
Esa tarde, Lucas creó un cuento de aventuras vividas junto a su abuelo, llenándolo de dibujos y color. Decidió que lo compartiría con sus amigos en la escuela. Todos se reunieron, se sentaron en círculo y Lucas comenzó a contar:
"Una vez, mi abuelo y yo viajamos a un bosque donde los árboles eran tan altos que tocaban el cielo..."
Los amigos de Lucas escuchaban fascinados, riendo y asombrándose con cada página del cuento. Al finalizar, aplaudieron y uno de ellos dijo:
"¡Qué historia tan genial! Vamos a crear un club de cuentos y seguir contándolos juntos."
La idea de compartir las historias hizo que Lucas sintiera una calidez en su corazón. ¿Quizá su abuelo vivía a través de esos relatos?
Desde entonces, cada noche, cuando se acostaba, sus sueños se llenaban de nuevas aventuras. Con cada historia que contaba, se dio cuenta de que su abuelo nunca realmente se había ido. Vivía en sus recuerdos, sus sueños y, lo más importante, en su corazón. Así, la tristeza se transformó en inspiración, y Lucas encontró un nuevo propósito: seguir contando historias y compartir las memorias de su amado abuelo con el mundo.
Y así, cada vez que Lucas cerraba los ojos para dormir, sabía que su abuelo siempre estaría allí, esperándolo en el cálido abrazo de un nuevo sueño. Y aunque el abuelo Eugenio ya no hubiera estado físicamente, el lazo entre ellos jamás se rompería. La aventura, ahora, era parte de él para siempre.
FIN.