Los Tamales Mágicos de la Abuela Chola
Había una vez en un pequeño y colorido pueblo llamado Sabores del Sur, donde todos conocían a la abuela Chola. Ella era famosa por hacer los mejores tamales de la región. Sus tamales eran tan deliciosos que siempre estaban llenos de magia y amor, y cada bocado hacía sonreír a los que los comían.
Un día, un grupo de niños del pueblo decidió que querían aprender el arte de hacer tamales. Era un día soleado, y cuando vieron a la abuela Chola en su cocina, corrieron hacia ella.
"¡Abuela Chola! ¡Queremos aprender a hacer tamales!" - gritaron emocionados.
La abuela Chola sonrió y les dijo: "¡Qué maravillosa idea! Pero hacer tamales requiere mucho trabajo y paciencia. ¿Están listos para eso?"
Los niños, llenos de entusiasmo, asintieron con la cabeza. Así que la abuela Chola los invitó a entrar a su colorida cocina, donde había harina de maíz, chiles, carne, y por supuesto, mucho amor.
"Primero necesitamos preparar la masa. Debe ser suave y esponjosa. ¿Quién se anima a ayudarme con eso?" - preguntó la abuela Chola.
Juanito, el más pequeño del grupo, levantó la mano y dijo:
"¡Yo! Yo puedo hacerlo, abuela. Me encanta jugar con la masa."
Mientras Juanito se divertía amasando, los otros niños aprendían a preparar el relleno.
"¡Qué rico el olor de los chiles!" - dijo María, oliendo con gusto. "Pero, ¿cómo hacen que los tamales sean tan especiales?"
La abuela Chola los miró con una sonrisa y respondió: "Cada ingrediente tiene su historia. Los tamales llevan no solo sabor, sino también alegría. Necesitaremos cantar un poco mientras trabajamos, eso les dará más magia."
Los niños comenzaron a cantar mientras mezclaban los ingredientes, pero de repente, algo extraño pasó. Un torneado giro en la cocina provocó que la harina volara por todas partes.
"¡Mira! ¡Es un tornado de harina!" - gritó Lucía.
Todos comenzaron a reírse mientras se llenaban de harina. La abuela, entre risas, dijo:
"No se preocupen. A veces, la mejor parte de hacer tamales es reír y pasarlo bien juntos."
Después de un rato, lograron mezclar todo y envolvieron los deliciosos ingredientes en la masa. "¡Ya casi están listos!" - exclamó la abuela Chola. "Ahora solo falta cocinarlos."
Los niños esperaron ansiosos mientras el aroma de los tamales cocinándose llenaba la casa. Pero cuando los sacaron de la olla, se dieron cuenta de que algo sorprendente había sucedido.
Los tamales brillaban con un resplandor dorado y a cada uno le brotaba una pequeña estrellita.
"¡Miren! ¡Son tamales mágicos!" - gritó Juanito, maravillado.
La abuela Chola, con una mirada cómplice, dijo:
"Es la magia que ponemos en ellos mientras los hacemos. Recuerden siempre que hacer tamales no es solo una receta; se trata de amor, amistad y diversión."
Al final del día, los niños compartieron los tamales con todo el pueblo. Todos los habitantes se reunieron en la plaza y disfrutaron de la maravillosa comida, riendo y contando historias. Los tamales mágicos unieron a todos en una tarde de felicidad y amistad.
Y desde ese día, cada vez que los niños hacían tamales, no solo recordaban la receta, sino también la magia de la unidad y la alegría de compartir momentos juntos. Así, el pueblo de Sabores del Sur siempre se llenaba de sonrisas gracias a los tamales de la abuela Chola y sus pequeños aprendices.
Y así, el amor y la magia de los tamales siguieron pasando de generación en generación, uniendo a amigos y familias con cada bocado.
FIN.