Los tamales y el ají en la plaza



En una pequeña plaza en el corazón de un pueblo, vivían dos personajes muy especiales: el tamal y el ají. Cada uno tenía su propio puesto y eran muy queridos por todos los habitantes. El tamal era amable y generoso, siempre dispuesto a ayudar a sus vecinos. Por otro lado, el ají era un poco gruñón y egoísta, pensaba solo en su propio beneficio.

Una mañana soleada, la plaza se llenó de gente que venía a comprar sus deliciosos tamales. Todos estaban contentos con el tamal, pero el ají miraba con envidia la popularidad de su vecino. Decidió entonces pensar en una forma de superarlo.

Un día, una niña pidió un tamal pero quería probarlo con un poco de ají. El tamal, siempre dispuesto a complacer, le ofreció ají a la niña, pero ella lo rechazó diciendo que preferiría otro tipo de ají. El tamal no se molestó y simplemente le deseó un buen día. Viendo esto, el ají aprovechó para acercarse a la niña y elogiar su sabor único y delicioso, prometiéndole que sería perfecto con los tamales. La niña aceptó probarlo y, para su sorpresa, descubrió que el ají era aún más delicioso de lo que esperaba. A partir de ese día, la fama del tamal y el ají se extendió por todo el pueblo.

Con el tiempo, el ají se volvió más amable y compartió su popularidad con el tamal, agradecido por la oportunidad que este le había dado. Aprendió que no era necesario competir ni ser egoísta para ser valorado, sino que la verdadera felicidad radicaba en saber compartir y colaborar. Desde entonces, la plaza se llenó de risas y alegría, y el tamal y el ají se convirtieron en símbolos de amistad y cooperación para todos los habitantes del pueblo.

FIN.

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