Los Tembleques de la Fiesta de Tamales
En un pequeño pueblo de Panamá, había una niña llamada Valentina, que siempre soñaba con bailar en la Fiesta de Tamales. Valentina era conocida por su energía y alegría, y siempre llevaba en su cabeza unos tembleques brillantes que hacían sonar un dulce tintineo cada vez que se movía.
Un día, mientras ayudaba a su abuela a preparar los tamales, Valentina dijo: "¡Abuelita! Este año quiero bailar en la fiesta y quiero que todo el pueblo nos vea."
La abuela sonrió y le respondió: "Claro, mi amor. Pero necesitas un buen pollerón y unas babuchas para que puedas bailar cómodamente. Además, no olvides los tembleques, que son la esencia de tu baile."
Valentina corrió a buscar un hermoso pollerón colorido y unas babuchas que había heredado de su madre. En ese momento se dio cuenta de que su sombrero también necesitaba un poco de alegría. Así que decidió decorarlo con flores de papel y algunos cucarras que había recolectado.
Con su vestimenta lista, llegó el día de la fiesta. El pueblo estaba repleto de gente: había familias, amigos y hasta un chivo que parecía más emocionado que nadie, correteando entre la multitud. "¡Mirá cómo salta!", rió Valentina mientras apuntaba al chivo que llevaba un pequeño sombrero, igual que el de ella.
Cuando comenzó la fiesta, los tamales eran servidos frescos y humeantes. Valentina, con su corazón latiendo al ritmo de la música, recordó las historias que su abuela le había contado sobre el baile montuno. "Es hora de mostrar mis pasos, ¡espero que les guste!", se dijo a sí misma. Alzó su falda y dio su primer paso sobre la pista de baile.
Pero de repente, un fuerte viento sopló y descolocó su sombrero, llevándolo poco a poco hacia el chivo. "¡No!", gritó Valentina, corriendo tras de él. Todos comenzaron a reír al ver la escena: la niña con su pollerón y el chivo juguetón corriendo tras su sombrero.
Finalmente, el chivo se detuvo, y Valentina, cansada pero contenta, le dijo: "¿Sabés? V esperemos un minuto, porque me gustaría que fueras parte de este baile también. ¿Te gustaría?" El chivo, en un alarde de afirmación, movió su cabeza.
Valentina, riendo, se acercó al chivo y le ajustó el sombrero un poco más. Luego le tomó una de las patitas y se puso a bailar con él al ritmo del montuno, creando una danza cómica y divertida que hizo reír a la multitud.
El pueblo entero comenzó a aplaudir y reírse, y de esta forma inesperada, Valentina y su nuevo amigo se convirtieron en los protagonistas de la fiesta. Todos la animaban y la abuela, al ver a su nieta feliz, sintió un gran orgullo.
Finalmente, Valentina decidió que, aunque el viento le había jugado una broma, esa sería la mejor fiesta de todas. "En cada baile hay que arriesgarse, y nunca se sabe a quién o qué encontraras en el camino. ¡Así es la fiesta!"
FIN.