Los tesoros de los tres hermanos
Había una vez tres hermanos llamados Tomás, Sofía y Lucho, que vivían en un pequeño y alegre pueblo de Argentina. Un día, mientras exploraban el viejo ático de su abuela, encontraron un mapa misterioso. El mapa estaba rasgado y un poco sucio, pero ellos pudieron distinguir un lugar marcado con una 'X' roja.
- ¡Miren lo que encontré! - gritó Tomás, sosteniendo el mapa con ambas manos.
- ¡Vamos a buscar ese tesoro! - exclamó Sofía, con sus ojos brillando de emoción.
- Pero hay que tener cuidado. El mapa dice que hay que sumar y restar las prendas que encontremos - les advirtió Lucho, que siempre había sido el más cauteloso.
Los tres hermanos decidieron seguir el mapa al día siguiente. Prepararon Bolsas y se equiparon para su aventura. El primer lugar que visitaron fue el bosque cercano. Al poco tiempo, tropezaron con un viejo cofre medio enterrado en el barro.
- ¡Miren! - dijo Sofía, saltando de alegría. - ¡Un cofre!
Al abrirlo, encontraron una serie de prendas: un sombrero de gaucho, un pañuelo colorido, una chaqueta de cuero y un par de botas brillantes. Emocionados, comenzaron a contar las prendas.
- Son cuatro prendas. ¡Ya tenemos un tesoro! - dijo Tomás.
- No, necesitamos sumar o restar, según las instrucciones del mapa. ¿Podemos quedarnos con todo? - respondió Lucho, un poco confundido.
- ¡Puedo restar las botas, que son muy grandes para mí! - sugirió Sofía.
Así que decidieron contar las prendas de la siguiente manera: 4 (sombrero + pañuelo + chaqueta) - 1 (botas) = 3 prendas en total.
- ¡Excelente! - celebró Lucho. - Ahora sigamos buscando.
Siguieron el mapa y en cada lugar que exploraban, encontraban más prendas, algunas eran joyas y otras, objetos antiguos. Pero a veces tenían que decidir qué quedaría y qué se restaría. Después de un largo recorrido, llegaron a una cueva oscura y misteriosa.
- Esperen, esperen. Aquí dice que hay un tesoro especial en la cueva - dijo Tomás, desdoblando un papel más que encontraron en el cofre. - ¿Pero no necesitamos sumar o restar más aquí?
- Puede que sí - dijo Lucho, asustado. - ¿Y si hay peligros?
Sofía, siempre valiente, entró primero en la cueva, y luego sus hermanos la siguieron. En el interior, encontraron un baúl gigante lleno de joyas brillantes. Pero en el mapa decía que sólo podrían llevarse por lo menos 5 elementos sumando las prendas, pero a la vez, debían restar los objetos innecesarios que no deseaban llevar.
- Esto es increíble - gritó Sofía.
- Sí, pero debemos contar - dijo Lucho, que ya estaba mirando sus posibilidades. - Tomemos 4 joyas y restemos 1, así las cargamos. ¿Pueden ayudarme a decidir cuáles?
Pasaron un rato eligiendo, y finalmente decidieron quedarnos con tres joyas y dos prendas de la cueva, teniendo en cuenta las que ya tenían. Siguieron los cálculos, riendo y disfrutando juntos de la aventura. Al final del día, volvieron a casa exhaustos pero felices, y se dieron cuenta de que el verdadero tesoro no eran las joyas, sino el tiempo que pasaron juntos buscando el tesoro.
- La próxima vez, ¡hay que llevar una calculadora! - se rió Sofía.
- ¡Sí! - contestó Tomás.
- Y más bolsa para poder traer más cosas - bromeó Lucho.
Y así, la familia probó la importancia de trabajar juntos, de sumar y restar, no solo en las matemáticas, sino en la vida misma. A veces, lo más importante no es lo que encontramos en el camino, sino los momentos compartidos y lo que aprendemos en el proceso. Y desde entonces, cada vez que escuchaban la palabra ‘tesoro’, sus ojos brillaban con la misma emoción de aquel día.
FIN.