Los Tomates Mágicos
Había una vez una niña llamada Angelica, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos jardines. A ella le encantaba pasar tiempo al aire libre, explorando y descubriendo cosas nuevas.
Un día, mientras paseaba por el jardín de su abuela, Angelica notó algo inusual. En medio de las plantas y flores coloridas, vio unos tomates muy especiales. Brillaban con un resplandor mágico y parecían susurrarle al oído.
Intrigada, se acercó a los tomates encantados y les preguntó: "¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué brillan tanto?" Los tomates respondieron en voz baja: "¡Somos los Tomatitos Encantados! Hemos crecido aquí gracias al amor y cuidado que recibimos". Angelica estaba maravillada por la respuesta.
Nunca había visto algo tan extraordinario antes. Decidió investigar más sobre ellos para aprender cómo podían ser tan especiales. Con cada visita al jardín de su abuela, Angelica pasaba horas hablando con los Tomatitos Encantados.
Ellos le contaban historias sobre la importancia del trabajo en equipo entre las plantas y animales del jardín para crecer fuertes y saludables. Un día, mientras charlaban bajo el sol radiante, uno de los Tomatitos Encantados mencionó: "Angelica, nos encanta compartir nuestra magia contigo.
Pero queremos que también aprendas a cultivar tu propio jardín mágico". Angelica se emocionó ante la idea y preguntó cómo hacerlo. Los Tomatitos Encantados le dieron consejos sobre cómo preparar la tierra, sembrar semillas y cuidar de las plantas.
Le enseñaron a regarlas con amor y paciencia, a protegerlas de plagas y a darles suficiente luz solar. Con el tiempo, Angelica siguió los consejos de los Tomatitos Encantados y creó su propio jardín mágico.
Las flores comenzaron a brotar en colores vibrantes y los vegetales crecían sanos y fuertes. Un día, mientras Angelica estaba ocupada cuidando su jardín mágico, un pájaro travieso voló hacia allí.
Comenzó a picotear las hojas verdes de las plantas y arrancaba algunas flores. Angelica se preocupó por sus queridas plantas y corrió detrás del pájaro para ahuyentarlo. Pero entonces recordó lo que los Tomatitos Encantados le habían enseñado: "Trabaja en equipo con otros seres vivos".
Decidió hablarle al pájaro amablemente: "- ¡Hola pajarito! ¿Por qué estás dañando mis plantitas?" El pájaro respondió sorprendido: "- Lo siento mucho, no sabía que estas eran tus plantas. Solo estaba buscando algo para comer".
Angelica entendió que el pájaro solo tenía hambre y no quería hacerle daño intencionalmente a sus plantas. Así que decidió compartir parte de su cosecha con él.
Desde ese día, Angelica aprendió una valiosa lección sobre la importancia de trabajar juntos para mantener un equilibrio en el jardín mágico. Ella compartía parte de su cosecha con los pájaros y las abejas, quienes ayudaban a polinizar sus flores.
Con el tiempo, el jardín mágico de Angelica se convirtió en un lugar donde todas las criaturas vivían en armonía. Los Tomatitos Encantados estaban orgullosos de ella y le dijeron: "¡Eres una gran cuidadora del jardín! Estamos felices de haber compartido nuestra magia contigo".
Desde ese día, Angelica siguió cultivando su jardín mágico y compartiendo sus conocimientos con otros niños del pueblo. Juntos, aprendieron sobre la importancia de trabajar en equipo, respetar la naturaleza y cuidar del medio ambiente.
Y así fue como Angelica encontró la magia en los tomates encantados y descubrió que cuidar un jardín era más que sembrar plantas; también era sembrar amor, amistad y respeto por todo lo que nos rodea.
FIN.