Los Tres Amigos y el Bosque Misterioso



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un espeso y misterioso bosque, tres amigos inseparables: Lía, una curiosa ardilla; Tomi, un valiente conejo; y Sofi, una inteligente tortuga. Un día, decidieron aventurarse más allá de lo que jamás habían hecho, hacia el centro del bosque, donde se decía que existía un árbol gigante que concedía un deseo a quienes llegaran hasta él.

"¿Estás lista, Lía?" - preguntó Tomi emocionado, moviendo sus orejas.

"¡Por supuesto! No puedo esperar a ver ese árbol gigante" - respondió Lía, saltando de alegría.

"Recuerden, debemos mantenernos juntos y cuidarnos" - aconsejó Sofi con su voz tranquila pero firme.

Los tres amigos comenzaron su aventura, atravesando el sendero cubierto de hojas crujientes y flores de colores vibrantes. Mientras caminaban, se encontraron con un hermoso arroyo.

"¡Miren!" - exclamó Lía, señalando el agua cristalina. "Podemos descansar un rato aquí."

"Buena idea, Lía. Yo podré tomar un poco de agua" - dijo Tomi, mientras se acercaba al arroyo.

"Yo también necesito refrescarme, pero cuidado con la corriente" - advirtió Sofi, observando la situación.

Mientras disfrutaban del agua, Lía notó algo brillante en el fondo del arroyo.

"¡Miren eso!" - gritó. "¿Qué será?"

"Vamos a verlo de cerca" - propuso Tomi, curioso.

"Esperen, tal vez sea peligroso. No sabemos qué hay allí" - dijo Sofi, siempre precavida.

Pero Lía y Tomi, llenos de curiosidad, decidieron acercarse al agua. Al sumergir una pata, un pez plateado saltó, y todos brincaron hacia atrás.

"¡Qué hermoso!" - exclamó Lía. "Me encantaría tener uno como mascota."

"Pero vive libre, en su hogar. No deberíamos atraparlo" - replicó Sofi, recordando la importancia de la libertad.

"Tienes razón, Sofi. Lo dejaremos en paz" - aceptó Tomi, ya reflexionando un poco más.

Siguiendo su camino, los amigos comenzaron a sentir que se alejaban de la ruta que los llevaría al árbol. El bosque se hacía más denso y oscuro. De repente, se dieron cuenta de que había comenzado a llover.

"Oh no, ¿qué haremos ahora?" - se preocupó Tomi, mirando hacia el cielo.

"No tengo idea. Es mejor buscar refugio" - tomó la iniciativa Sofi.

"Aguanten, yo conozco un lugar donde podemos escondernos" - animó Lía, y así, corrieron hacia un gran roble que les ofreció cobijo.

Resguardados de la lluvia, se dieron cuenta de que estaban perdidos.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Tomi con angustia.

"Debemos calmarnos y pensar. Si seguimos el sonido del agua, tal vez encontremos el arroyo y el camino de regreso" - la voz sabia de Sofi era reconfortante.

"¿Y si es muy tarde?" - temía Lía, asustada.

"No te preocupes, juntos podemos encontrar nuestro camino nuevamente. Lo importante es no separarnos" - aseguró Sofi.

Después de esperar a que la lluvia parara, decidieron escuchar el sonido del arroyo y seguirlo. Mientras caminaban, Lía notó un rayo de luz brillante al final de un sendero. Cuando llegaron a la luz, encontraron el árbol gigante ante ellos.

"¡Lo encontramos!" - gritó Lía con alegría.

"Sí, pero ¿qué deseo se supone que vamos a pedir?" - se preguntó Tomi.

"Tal vez, desear lo que más queremos. Cada uno podría pedir un deseo" - sugirió Sofi pensativa.

Lía pensó en su hogar en el árbol, Tomi en tener siempre compañía, y Sofi en que todos en el bosque fueran siempre amigos. Uno a uno, fueron expresando sus deseos.

"Yo deseo que nunca nos falte la amistad" - dijo Sofi.

"Deseo que todos los animales sean felices y libres en el bosque" - añadió Lía.

"Yo deseo que podamos vivir más aventuras juntos" - concluyó Tomi.

En ese momento, el árbol gigante comenzó a brillar intensamente, y una suave brisa rodeó a los tres amigos. Cuando el resplandor desapareció, se dieron cuenta de que los deseos de cada uno se habían convertido en una hermosa promesa.

Desde ese día, el bosque se volvió aún más mágico, y los tres amigos jamás olvidaron lo que habían aprendido: que la amistad y el respeto por la naturaleza son los mayores tesoros de todos.

"Prometamos siempre estar juntos y cuidarnos" - finalizó Sofi, sonriendo.

"¡Prometido!" - exclamaron Lía y Tomi en unísono.

Y así, los tres amigos regresaron felices a casa, con un corazón lleno de alegría y un nuevo sentido de responsabilidad hacia su bosque querido.

FIN.

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