Los tres amigos y el gran concurso
Había una vez en un pueblito de Chiapas, tres amigos inseparables: Luis, Javier y Manuel. Cada uno tenía un talento especial que los hacía únicos. Luis era un artista espectacular; sus dibujos llenaban de colores la vida de todos los que lo conocían. Javier, por su parte, era un genio en matemáticas, resolvía ecuaciones y problemas numéricos en un abrir y cerrar de ojos. Y Manuel, el más melodioso de los tres, tocaba la guitarra y cantaba de una forma que hacía que hasta los árboles escucharan su música con atención.
Un día, mientras estaban en el patio de la escuela, la profesora María les informó sobre un gran concurso que se llevaría a cabo en el pueblo. "Chicos, el concurso de talentos de Chiapas se aproxima. Todos están invitados a participar, pero sólo se aceptan actos en grupo"-, les dijo emocionada.
Los tres amigos intercambiaron miradas intrigadas. "¿Y si hacemos algo juntos?"-, sugirió Luis, ya sintiendo la emoción crecer dentro de él.
"¿Qué tal podemos hacer una obra de teatro musical?"-, propuso Manuel.
"Podemos dibujar los escenarios y hacer las cuentas de cuántos materiales necesitamos para la escenografía"-, agregó Javier.
Las ideas comenzaron a fluir. Se pusieron a trabajar en su proyecto con entusiasmo. Luis se encargó de dibujar los escenarios, que estaban llenos de magia, con árboles enormes, animales encantados y castillos de colores. Javier calculó cuántos cartones necesitarían para hacer los títeres y el decorado, mientras Manuel comenzó a componer una hermosa canción que acompañaría la historia.
Una tarde, mientras ensayaban en casa de Manuel, se dieron cuenta de que un gran obstáculo se les presentaba. "No tengo suficiente dinero para comprar la pintura y el papel que necesitamos para los dibujos"-, confesó Luis, un poco desanimado.
"No te preocupes, amigo. Podés dibujar usando materiales reciclados. Podemos pedirle a nuestros padres que nos ayuden. Estoy seguro de que conseguirán cosas en casa que ya no usan"-, sugirió Javier, siempre lleno de soluciones.
"Yo también puedo ayudar a buscar. Tengo unos amigos que seguramente nos darán materiales para los títeres"-, agregó Manuel con una sonrisa.
Con el apoyo de sus familias, los tres amigos comenzaron a recolectar cajas, cartones y cualquier cosa que pudieran usar en su proyecto. A medida que los días pasaban, la obra comenzó a tomar forma. Cada ensayo y cada día de trabajo los llenaba de energía y alegría. Sin embargo, cerca de la fecha del concurso, apareció un nuevo conflicto.
Uno de los personajes de la obra, que era esencial para la trama, no podía ser interpretado por ninguno de los tres, ya que necesitaba ser un gigante. "No sé cómo vamos a hacer para que un gigante aparezca en nuestro escenario"-, lamentó Luis.
"Podemos hacer un títere gigante también. Con papel maché o telas viejas"-, sugirió Javier, brillando su mente con soluciones.
"Sí, eso funcionará. ¡A trabajar!"-, gritó Manuel, entusiasmado.
Y así fue como comenzaron a trabajar en el gigante, unas tardes de locura y risas mientras se divertían en familia, creando el mejor personaje que el mundo había visto. El día del concurso llegó muy rápido. Las luces del escenario brillaban y la música sonaba. Nerviosos pero emocionados, los tres amigos se prepararon para presentar su obra.
Cuando fue su turno, Luis respiró hondo y se concentró. Manuel tocó su guitarra y comenzó a cantar, mientras Javier se encargaba de los diálogos y las narraciones, llevando al público a un mundo de aventuras. Todo salió perfecto y el público aplaudió entusiasmado. Al final de la actuación, recibieron elogios y aplausos que parecían no terminar.
Finalmente, el jurado anunció los ganadores. "¡El premio a la mejor actuación conjunta va para Luis, Javier y Manuel!"- gritaron con energía. Los amigos se miraron incrédulos.
"¡No lo puedo creer!"-, dijo Luis, con lágrimas de alegría en sus ojos.
"Lo logramos, chicos. Cuando trabajamos juntos, somos invencibles"-, dijo Manuel, mientras abrazaban con fuerza a su amigo Javier.
"¡Y eso es solo el comienzo!"-, exclamó Javier con una risa contagiosa.
Desde ese día, Luis, Javier y Manuel comprendieron que sus talentos, aunque diferentes, eran aún más poderosos cuando se unían. Su amistad y la colaboración les enseñaron que en la vida, a veces se necesita más que solo un talento individual para alcanzar sus sueños. Y así, hicieron planes para seguir compartiendo sus dones, creando más aventuras que celebraran el arte, la música y las matemáticas, siempre juntos, siempre amigos.
FIN.