Los Tres Cerditos y el Bosque Mágico



En un rincón del bosque mágico, tres cerditos, Tito, Lila y Bicho, decidieron que era hora de mudarse de su hogar y construir una nueva casa. Pero este bosque era especial: cada rincón escondía maravillas, y a veces, también sorpresas inesperadas.

"No quiero que me salga un lobo, tenemos que construir bien nuestras casas y más fuertes que nunca", dijo Tito, el cerdito más grande, mientras comenzaba a recoger ramas y troncos.

"Yo haré la mía de paja, es más rápida y me da tiempo para jugar", respondió Lila, alegremente, corriendo en busca de la paja dorada del prado.

"Pero, Lila, la paja no es resistente. El lobo puede venir y derribarte la casa fácilmente", le advirtió Bicho, el más pequeño de los tres, que prefería hacer las cosas con cuidado.

Mientras los cerditos construían sus casas, el bosque cobró vida. Un viejo árbol con ojos sabios empezó a observarlos.

"¿Por qué no trabajan juntos?", preguntó el árbol. "Así, tendrán más fuerza y podrán protegerse entre ustedes."

"¡Eso suena genial!", dijo Tito.

"Pero yo necesito terminar mi casa pronto para jugar", replicó Lila, sin darse cuenta de la importancia de la colaboración.

"Y yo quiero hacer la mía con piedras, para que sea fuerte", comentó Bicho. Pero luego, se sintió desanimado al ver cómo sus hermanos se apresuraban a terminar.

El árbol se puso triste ante la falta de cooperación. Entonces, decidió ayudar a los cerditos. Usó sus ramas para crear un pequeño refugio donde podían trabajar juntos.

A medida que el tiempo pasaba, el olor de una rica comida se extendió por el aire. Un lobo astuto, que había olfateado la delicia, se acercó a la casa de paja de Lila.

"¡Cerdito, cerdito! Déjame entrar!", rugió el lobo con su voz grave.

"¡No, no! Tengo miedo de ti, lobo!", gritó Lila.

"Entonces, soplaré y soplaré hasta derribar tu casa!", amenazó el lobo.

Y así lo hizo. Con un fuerte soplido, la casa de paja voló como un vuelo de hojas secas, y Lila salió corriendo hacia la casa de Tito.

"¡Tito! El lobo me ha encontrado!", le dijo Lila, aterrorizada.

Mientras tanto, el lobo llegó a la casa de troncos.

"¡Cerdito, cerdito! Déjame entrar!", volvió a rugir.

"¡No, no! Tengo miedo de ti, lobo!", contestó Tito.

"Entonces soplaré y soplaré hasta derribar tu casa!", dijo el lobo. Y así lo hizo. Con un soplido aún más fuerte, la casa de troncos fue derribada y ambos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de Bicho.

Cuando el lobo llegó a la casa de piedras, se frotó las patas con deseo.

"¡Cerdito, cerdito! Déjame entrar!", volvió a preguntar.

"¡No, no! Tenemos una casa fuerte, no puedes entrar!", respondieron los tres cerditos juntos.

El lobo, decidido, empezó a soplar con toda su fuerza. Pero por más que lo intentaba, la casa de piedras se mantuvo firme. El lobo, exhausto, se detuvo y se sentó en la puerta, tratando de recuperar el aliento.

"¿Por qué no vienen afuera y hablamos?", sugirió el lobo, intentando sonar amistoso.

Los cerditos se miraron entre sí. Bicho, con su corazón tierno, tuvo una idea.

"Tal vez deberíamos darle una oportunidad. Quizás sólo tenga hambre y querría disfrutar de la buena comida de nuestro bosque", dijo Bicho.

Los otros cerditos dudaron, pero decidieron escucharlo. Salieron de la casa con un poco de miedo, pero también con curiosidad.

"¿Qué quieres, lobo?", preguntó Bicho valiente.

"¡Sólo tengo hambre y no quiero ser malo!", dijo el lobo. "Nunca he tenido amigos. Solo un poco de comida, por favor."

Lila, recordando cómo Tito había trabajado duro para juntar ingredientes de la naturaleza, se acercó al lobo.

"Puedo darte un poco de fruta, pero primero cuenta cómo es tu vida, ¿te parece?"

Por primera vez, el lobo se sintió escuchado y comenzó a contar sus historias de soledad. Los tres cerditos se dieron cuenta de que no era tan malo y que quizás había un lugar para la colaboración incluso entre ellos.

Después de un rato, terminaron compartiendo comida y risas, y lo que comenzó como un encuentro aterrador se transformó en una amistad muy especial junto al árbol que había vigilado todo desde un comienzo. En el corazón del bosque mágico, los cerditos y el lobo aprendieron la importancia de la amistad y la colaboración.

Juntos construyeron un nuevo hogar, un lugar donde todos se sintieran felices y seguros, y donde cada uno podía aportar sus talentos. Desde entonces, sirvió de ejemplo para otros animales del bosque: en lugar de temer, era mejor conocerse y ayudar. Y así vivieron felices, con una lección inolvidable de compañerismo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!