Los Tres Cerditos y el Lobo Amistoso



Había una vez, en un bosque encantado, tres cerditos que eran hermanos: Juanito, Pedrito y Miguelito. Un día decidieron salir a pasear. Mientras exploraban, encontraron un hermoso lugar lleno de flores y árboles altos. Estaban felices, pero de repente, apareció un lobo enorme y con una sonrisa astuta.

"¡Hola, cerditos!" - dijo el lobo, tratando de sonar amigable. "Soy Hugo, el lobo. Estoy buscando nuevos amigos para jugar. ¿Quieren ser mis amigos?"

Los cerditos, aunque un poco asustados, sabían que no podían confiar en un lobo. Juanito, el más pequeño, dio un paso atrás.

"Gracias, pero no nos gustaría ser tus amigos. Sabemos que los lobos suelen comer cerditos como nosotros" - contestó, temiendo lo peor.

Hugo, el lobo, decidió que podía intentar ganar su confianza y se ofreció a ayudar a los cerditos a construir un lugar donde pudieran jugar juntos.

"Yo puedo ayudarles a hacer sus casas. Así estarán más seguros y se divertirán más" - propuso el lobo, sonriendo con grandes y brillantes dientes.

Los cerditos, queriendo demostrar que podían cuidar de sí mismos, decidieron hacer tres casas diferentes.

"Nosotros podemos hacerlo solos, pero gracias" - dijo Pedrito, el cerdito mediano. "Voy a hacer mi casa de paja."

"Yo haré la mía de madera" - agregó Miguelito, el más grande. "Y la mía será de piedra" - dijo Juanito, decidido a construir la más fuerte.

Así fue como los cerditos comenzaron a trabajar. Mientras tanto, el lobo se sentó a observar desde lejos, esperando el momento adecuado para actuar.

Primero, Juanito terminó su casa de piedra.

"¡Listo! ¡Es la mejor casa!" - dijo orgulloso.

Luego, Pedrito terminó su casa de paja.

"¡Mirá qué rápida y liviana!" - exclamó.

Finalmente, Miguelito terminó su casa de madera.

"¡Es muy fuerte!" - aseguró.

Cuando el lobo vio que las casas estaban listas, se acercó.

"¡Cerditos!" - gritó, fingiendo ser amigable. "¿Puedo entrar a jugar?"

Los cerditos no le respondieron. El lobo, sintiendo que su plan estaba fallando, se acercó a la casa de paja de Pedrito y sopló con toda su fuerza. ¡Pum! La casa se derrumbó.

"¡Vamos, Pedrito! Rápido, a la casa de Miguelito!" - gritó Juanito.

Los cerditos corrieron asustados hacia la casa de madera. Pero el lobo no se detuvo. Volvió a soplar y, ¡pum! La casa de madera también se destruyó.

"¡A la casa de piedra! ¡Rápido!" - dijo Miguelito mientras los tres cerditos se apresuraban a refugiarse en la casa más fuerte.

El lobo llegó hasta la casa de piedra y, con todas sus fuerzas, intentó soplar, pero esta vez el aire no fue suficiente.

"¡No puedo!" - dijo, jadeando. "¡Es demasiado fuerte!"

Los cerditos comenzaron a sentirse un poco más seguros dentro de su casa, pero sabían que el lobo seguía allí, buscando una forma de entrar. Entonces Juanito, que era el más pequeño pero también el más ingenioso, tuvo una idea.

"Hermanos, y si en lugar de tenerle miedo, le mostramos que los amigos no se comen entre sí?" - sugirió.

Pedrito y Miguelito se miraron intrigados. "¿Cómo?" - preguntaron al mismo tiempo.

"Podemos invitarlo a entrar y hablar. Si lo tratamos con amabilidad, tal vez cambie de idea" - explicó Juanito.

"Está bien, lo intentemos" - dijo Miguelito.

Los cerditos abrieron la puerta.

"Hugo, ven aquí. Queremos hablar contigo" - llamó Juanito.

El lobo se sorprendió. "¿De verdad?" - preguntó con una pizca de sorpresa en su voz. "No entiendo, después de todo lo que hice..."

"Queremos demostrarte que la amistad es más importante que comer" - respondió Juanito. "Si me prometes que no nos comerás, podemos divertirnos juntos. Te enseñaremos a jugar juegos."

El lobo, sorprendido, pensó en lo que los cerditos le estaban ofreciendo. ¡Nunca había pensado en eso!"Está bien. Prometo que no los comeré. Me gustaría probar esos juegos también" - dijo Hugo, sonriendo un poco más genuinamente.

Entonces, los tres cerditos y el lobo comenzaron a jugar juntos. Aprendieron a construir cosas divertidas con los materiales que sobraron de las casas. A medida que pasaba el tiempo, Hugo se convirtió en un verdadero amigo, y los cerditos también aprendieron a confiar en él.

Desde aquel día, los tres cerditos y el lobo jugaron juntos, y el bosque se llenó de risas y diversión.

Así, los cerditos aprendieron que, a veces, lo que parece un peligro puede resultar en una hermosa amistad.

"Nunca supimos que un lobo podía ser un gran amigo" - se alegró Miguelito.

"La amistad es lo más importante en este mundo" - concluyó Juanito.

Y así, los tres hermanos vivieron felices junto a su nuevo amigo.

Fin.

FIN.

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