Los tres cerditos y el lobo astuto



Había una vez, en un espeso bosque lleno de árboles verdes y flores coloridas, tres cerditos que eran hermanos: Pipo, Pato y Lilo. Cada uno tenía un sueño diferente sobre cómo sería su casa. Pipo, el cerdito más pequeño, decidió construir su casa de paja porque pensaba que podía hacerlo rápido y salir a jugar. Pato, el del medio, eligió la madera, creyendo que sería más resistente que la paja. Lilo, el mayor, optó por ladrillos, convencido de que así estaría a salvo de cualquier peligro.

-Un día, mientras jugaban en el bosque, Pipo dijo entusiasmado: "¡Me encantaría que nuestro bosque tuviera un gran parque de diversiones! Eso sería genial para todos los animales!"

"Sí, pero primero necesitamos protegernos del lobo que siempre está merodeando por aquí", respondió Pato, preocupado.

"Por eso estoy construyendo mi casa de ladrillos", añadió Lilo, con una mirada determinante.

Pasaron los días y el lobo, intrigado por los cerditos y sus casas, decidió que necesitaba un buen almuerzo. Así que fue a la casa de Pipo.

"¡Hola, cerdito! Soy el gran lobo y tengo hambre", dijo el lobo con una voz amenazante.

"¡No, no, no!", chilló Pipo. "No me comas, por favor. Mi casa es muy frágil, pero puedo ayudarte a hacer una gran fiesta para todos los animales del bosque. ¡Sólo no me comas!"

El lobo se quedó pensando, sintiendo que una fiesta sería una gran idea, pero su estómago rugía con fuerza. Así que siguió su camino, decidido a probar suerte con Pato en su casa de madera.

"¡Hola, cerdito! También tengo hambre", dijo el lobo con una sonrisa astuta.

"¡No, no, no!", gritó Pato. "Mi casa puede caerse con un viento fuerte, pero, si no me comes, puedo invitarte a comer manzanas jugosas. ¡Imaginate una gran merienda!"

El lobo, intrigado por la idea de la merienda, aceptó el trato, pero todavía tenía hambre. Pensó que quizás, después de comer con Pato, podría ir a por Lilo. Así que se fue hacia la casa de ladrillos.

"Muy buenas, Lilo. Estoy aquí por un almuerzo", dijo el lobo, tratando de sonar amigable.

"¡Ni lo sueñes!", respondió Lilo con firmeza. "Mi casa es fuerte. Aquí nunca me comerás."

El lobo, frustrado, intentó soplar, pero la casa de ladrillos se mantuvo firme.

"¡Esta casa es un verdadero fortín! Pero no me rendiré tan fácil, Lilo", dijo el lobo mientras ideaba un plan.

Al día siguiente, el astuto lobo decidió disfrazarse de cartero. Llevaba una gorra enorme y un gran paquete en la espalda.

"¡Hola, Lilo! –dijo el lobo, disfrazado–. Tengo un paquete para vos. Es de un amigo que te quiere sorprender. ¿Puedo pasar a dejarlo?"

Lilo, desconfiado, le preguntó: "¿Quién es ese amigo?"

"¡Eh! No te puedo decir, es un secreto", respondió el lobo con una sonrisa burlona.

"¡No, gracias!", exclamó Lilo. "Mejor me quedo aquí. Agradecé que tenés un disfraz, porque si no, no te abriría la puerta."

El lobo se retiró, sintiéndose frustrado. Decidió cambiar de estrategia. Mientras tanto, Pipo y Pato, que escuchaban todo desde la casa de Pipo, comenzaron a hablar.

"Pato, creo que el lobo no se detendrá tan fácil", dijo Pipo. "Deberíamos unir fuerzas y ayudar a Lilo a proteger su casa."

Los tres hermanos, juntos, planearon un gran truco para deshacerse del lobo.

"Vamos a engañarlo. Haremos una fiesta falsa y lo atraeremos hasta el bosque, lejos de nuestras casas", propuso Lilo.

Así que ese fin de semana, a la hora señalada, los cerditos comenzaron a hacer ruidos de fiesta, riendo y jugando, mientras el lobo se acercaba curioso.

"Esto suena divertido", pensó el lobo, acercándose sigilosamente, cuando de repente, ¡sorpresa! Los tres cerditos saltaron y gritaron: "¡Sorpresa! ¡Aquí no tendrás tu almuerzo!"

El lobo, sorprendido por la valentía de los cerditos, entendió que nunca lo conseguiría si seguía intentando solo.

"Bueno, parece que son más astutos de lo que pensé. Quizás pueda ser amigo de ustedes en lugar de seguir con esta historia de ser el malo", dijo el lobo, aunque todavía un poco avergonzado.

Los tres cerditos se miraron, y Lilo, después de un momento, dijo:

"Si quieres, puedes unirte a nuestra fiesta. No tenemos que ser enemigos, y podemos ser amigos. Así, no tendrás que pasar hambre."

Desde aquel día, el lobo se unió a las fiestas de los cerditos, y poco a poco, se volvió parte de su vida en el bosque. Juntos organizaban juegos, hacían picnics y disfrutaban de la compañía mutua.

Así aprendieron el verdadero valor de la amistad, y que a veces los enemigos pueden convertirse en amigos si se les da la oportunidad.

FIN.

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