Los Tres Cerditos y el Lobo Astuto
Había una vez tres cerditos que vivían en el bosque. Un día, decidieron construir cada uno su casa. El primer cerdito, llamado Pepito, hizo su casa de paja. 🌾 El segundo cerdito, llamado Juanito, optó por construir su casa de madera. 🌳 Y el tercer cerdito, Carlitos, decidió hacer su casa de ladrillos. 🧱
Mientras cada uno de los cerditos trabajaba en su hogar, un lobo muy astuto llegó al bosque. El lobo, con un brillo malicioso en los ojos, decidió que se iba a comer a los cerditos. Primero se acercó a la casa de paja de Pepito.
"¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!" - gritó el lobo.
"¡No, no, no! ¡No te dejaré pasar! ¡Que detrás de mi puerta no hay más que paja!" - respondió Pepito con valentía.
El lobo, enojado, sopló con todas sus fuerzas y la casa de paja voló por los aires. Pepito salió corriendo en dirección a la casa de madera de su hermano Juanito.
Llegando allí, el lobo hizo lo mismo.
"¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!" - gritó el lobo nuevamente.
"¡No, no, no! ¡No te dejaremos pasar! ¡Que detrás de esta puerta no hay más que madera!" - contestaron los dos cerditos juntos.
El lobo, cada vez más frustrado, sopló y sopló, y la casa de madera se desmoronó como un castillo de naipes. Los dos cerditos corrieron asustados hacia la casa de ladrillos de Carlitos.
"¡Carlitos, abre! ¡El lobo viene!" - gritaron Pepito y Juanito al llegar.
Carlitos, que había estado observando con atención lo que sucedía, les abrió la puerta rápidamente.
"¡Rápido, entren!" - dijo Carlitos, mientras cerraba la puerta con un gran cerrojo.
"¿Qué vamos a hacer ahora?" - preguntó Juanito, temblando.
"No se preocupen, esta casa es muy fuerte. Estoy seguro de que no podrá derribarla" - contestó Carlitos con determinación.
El lobo llegó y, al ver la sólida casa de ladrillos, se rió.
"¡Cerditos, cerditos! ¡Déjenme entrar!" - dijo el lobo con voz amenazante.
"¡No, no, no! ¡No te dejaremos pasar!" - respondieron los tres cerditos juntos.
"¡Entonces, soplaré y soplaré hasta que su casa caiga!" - gritó el lobo, y empezó a soplar con todas sus fuerzas. Pero por más que lo intentaba, la casa de ladrillos no se movió ni un milímetro.
"Esto es increíble, ¡no puedo con esta casa!" - exclamó el lobo, con una mezcla de rabia y asombro.
Entonces, el lobo tuvo una idea astuta. Se acordó de un viejo truco que había aprendido de otros animales del bosque.
"¿Saben qué? ¡Voy a buscar fruta en el campo! ¡Tal vez me lleve unas fresas dulces!" - dijo el lobo, intentando engañarlos.
"¡No te creemos!" - respondieron los cerditos.
Pero el lobo había sido persuasivo y los cerditos, intrigados, se acercaron a la ventana.
"¿Fruta? ¡Qué deliciosa suena!" - comentó Pepito.
"Pero claro, no te dejaremos entrar ni a palos" - agregó Juanito, recordando lo que había pasado antes.
El lobo, viendo que su truco no había funcionado, decidió irse y buscar otra forma de engañarlos. Sin embargo, los cerditos se dieron cuenta de que, aunque estaban asustados, debían aprender a trabajar juntos para protegerse.
"Tengamos cuidado, amigos. Debemos ayudarnos y ser más fuertes juntos" - sugirió Carlitos.
"Sí, tenemos que armarnos y hacer algo juntos" - acordaron los demás.
Así, los tres cerditos decidieron construir un fuerte alrededor de la casa de ladrillos. Reunieron todo lo que encontraron en el bosque: piedras, ramas, y hasta algunos cartones viejos.
Mientras tanto, el lobo seguía intentando encontrar una manera de entrar, pero se dio cuenta de que los cerditos estaban bien preparados.
Un día, Carlitos, que siempre había sido el más observador, vio que el lobo estaba intentando escalar el muro.
"¡Ahora, amigos!" - gritó Carlitos.
Los tres cerditos, con unas grandes ramitas que habían recolectado, comenzaron a dar golpecitos en el suelo, haciendo ruido.
El lobo, asustado por el estruendo, decidió que era hora de irse.
"¡Esto es demasiado para mí!" - exclamó, pensando en que no valía la pena.
Y así, el lobo se alejó, prometiendo que nunca volvería. Los tres cerditos, al sentir que estaban a salvo, se abrazaron y celebraron su victoria.
"¡Lo logramos, amigos! ¡Estamos a salvo juntos!" - gritaron con alegría.
A partir de ese día, los tres cerditos se brindaron su apoyo incondicional, sabiendo que, trabajando en equipo y cuidando los unos de los otros, podían enfrentar cualquier desafío.
Y así vivieron felices y seguros en su casa de ladrillos, rodeados de un fuerte lazo de amistad. Fin.
FIN.