Los Tres Cerditos y el Lobo Astuto



Había una vez tres cerditos: Rosado, el cerdito chiquito; Mediano, el cerdito mediano; y Grande, el cerdito grande. Un día decidieron que era hora de construir sus propias casas para vivir felices y seguros.

"Yo quiero hacer mi casa de paja, es liviana y la puedo construir rápido", dijo Rosado con entusiasmo.

"Yo preferiría hacerla de madera, es más resistente y me gusta el olor a bosque", agregó Mediano pensativo.

"Siempre hay que pensar en el futuro, yo construiré la mía de ladrillos. Así estará mucho más protegida", afirmó Grande con autoridad.

Los tres cerditos se pusieron manos a la obra. Rosado, emocionado, terminó su casa de paja en un abrir y cerrar de ojos. Mediano dedicó un poco más de tiempo, pero al final logró construir su acogedora casa de madera. Mientras tanto, Grande trabajó arduamente, ladrillo por ladrillo, hasta que su sólida casa estuvo lista.

Un par de días después, mientras los tres cerditos disfrutaban de su nueva vida, apareció un lobo astuto en el bosque. Se acercó a la casa de paja de Rosado.

"¡Cerdito, cerdito!", gritó el lobo. "¡Déjame entrar!"

"¡No, no! ¡No te dejaré entrar!" respondió Rosado con miedo.

"Entonces soplaré y soplaré, y tu casa derribaré", dijo el lobo, y así lo hizo. Con un poderoso soplido, la casa de paja voló lejos por el aire.

Asustado, Rosado corrió hacia la casa de Mediano.

"¡Déjame entrar, por favor!" le suplicó.

Mediano rápidamente le abrió la puerta.

Poco después, el lobo llegó a la casa de madera y repitió el mismo ritual.

"¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!"

"¡No, no! ¡No te dejaremos entrar!" gritaron los dos cerditos juntos.

"Entonces soplaré y soplaré, y esta casa derribaré", volvió a decir el lobo. Y con un fuerte soplido, la casa de madera se derrumbó.

Los dos cerditos aterrorizados corrieron hacia la casa de ladrillos de Grande.

"¡Déjame entrar!" exclamó Rosado, casi llorando.

Grande abrió la puerta y esperaron al lobo, que llegó en cuestión de minutos.

"¡Cerditos, cerditos! ¡Déjenme entrar!"

"¡No, no, no te dejaremos entrar!" respondieron los tres cerditos al unísono, envalentonados dentro de la sólida casa de ladrillos.

"¡Entonces soplaré y soplaré, y esta casa derribaré!", gritó el lobo con fuerza. Pero, por mucho que sopló y sopló, la casa permaneció firme, sin moverse ni un milímetro.

Frustrado, el lobo decidió que era momento de usar un plan diferente. Así que se escapó al bosque para buscar otra forma de entrar. Mientras tanto, los cerditos, al ver que estaban a salvo, empezaron a reir.

"¡Mirá, Grande! ¡Tu casa es indestructible!" dijo Mediano.

"Aprendimos algo importante hoy", reflexionó Rosado. "A veces, la rapidez no es lo mejor; hay que ser pacientes y trabajar duro para construir algo duradero."

El lobo, ya decidido a no rendirse, se localizó en el techo de la casa, pensando en cómo podría entrar por la chimenea. Pero Grande, que había observado al lobo desde la ventana, tuvo una idea.

"Cerditos, tengo un plan. Cuando el lobo baje por la chimenea, yo le lanzaré una cubetada de agua fría y lo espantaremos para siempre".

Los otros dos cerditos asintieron y se prepararon para el enfrentamiento. El lobo, confiado en su plan, se arrastró por la chimenea. Pero justo cuando estaba a punto de caer, Grande soltó la cubeta.

- ¡Splash! El agua empapó al lobo, que salió disparado por la chimenea, aterrando en el suelo. Aturdido y asustado, el lobo decidió que no volvería a molestar a los tres cerditos nunca más.

Desde entonces, los cerditos vivieron felices y seguros en la casa de ladrillos de Grande. Aprendieron que la perseverancia y la colaboración son vitales, y que cada uno aporta su propia fuerza al grupo. Al final, los tres cerditos se dieron cuenta de que siempre podían contar los unos con los otros, sin importar lo que sucediera.

Y así, en su sólida casa de ladrillos, vivieron felices por siempre.

FIN.

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