Los Tres Cerditos y el Lobo Astuto
Érase una vez en un bosque encantado, tres cerditos hermanos que soñaban con tener su propio hogar. El primero, llamado Tito, decidió construir su casa de paja. El segundo, llamado Lucas, prefirió hacer su casa de madera. Y el tercero, el más sabio, llamado Renato, eligió ladrillos para edificar su hogar.
Un día, mientras los cerditos disfrutaban de un picnic en el bosque, el lobo astuto, que siempre andaba buscando un bocadillo fácil, se acercó.
- ¡Hola, cerditos! - dijo el lobo con una sonrisa engañosa. - ¿Qué hacen tan felices?
- Estamos disfrutando de un día espléndido - respondió Tito con curiosidad.
- Sería un asco que un lobo astuto como yo se lo arruine, ¿verdad? - dijo el lobo, guiñando un ojo.
Los cerditos, asustados, decidieron regresar a sus casas. El lobo, pensando en un plan, se dirigió primero a la casa de paja. Una vez allí, sopló con todas sus fuerzas.
- ¡Soplo y soplo y la casa derribo! - gritó el lobo.
La casa de paja se desmoronó en un instante y Tito salió corriendo hacia la casa de madera.
- ¡Rápido, Lucas! ¡Que el lobo viene! - chilló Tito.
Los dos cerditos se refugiaron en la casa de madera, pero el lobo no tardó en seguirlos. Llegó y sopló, esta vez un poco más fuerte.
- ¡Soplo y soplo, y la casa derribo! - dijo mientras la casa de madera se tambaleaba.
Pero los cerditos, astutos y rápidos, lograron escapar hacia la casa de ladrillos de Renato. El lobo, decidido a conseguir su comida, llegó a la casa de ladrillos y comenzó a soplar con todas sus fuerzas.
- ¡Soplo y soplo, y la casa derribo! - aulló el lobo.
Pero la casa de ladrillos se mantenía firme. Sin rendirse, el lobo decidió hacer algo diferente. Comenzó a buscar otra manera de engañar a los cerditos. Se disfrazó de un amable vendedor de galletas.
- ¡Hola, pequeño cerditos! - dijo el lobo disfrazado. - Traigo galletas frescas para ustedes, ¡muy ricas!
Renato, que siempre había sido el más precavido, sospechó.
- ¡Un momento! ¿Por qué no estás en la panadería? - preguntó desconfiado.
- Porque decidí hacer una venta especial en el bosque, ¡ven, salgan y pruébenlas! - insistió el lobo.
Los cerditos se miraron nerviosos. Entonces Renato recordó algo importante.
- ¡Chicos, esperen! Recordemos lo que nos enseñó la abuela sobre la desconfianza. No podemos salir hasta estar seguros.
- ¡Sí! ¡Escuchemos a Renato! - concordaron Tito y Lucas.
Gracias a la astucia de Renato, decidieron no abrirle la puerta al lobo. Frustrado, el lobo se fue, pero no sin antes jurar que encontraría una forma de entrar. Sin embargo, los cerditos lograron llamar a sus amigos del bosque.
- ¡Vamos a ayudar a nuestros hermanos! - dijo el búho sabio.
- ¡Sí! ¡No lo dejaremos solo al lobo! - se unieron los demás animales.
Finalmente, el lobo se encontró rodeado de muchos animales que no estaban dispuestos a dejar que hiciera daño a los cerditos.
- ¡Aléjate de nuestros amigos! - gritaron todos juntos.
- ¡Está bien, está bien! - se excusó el lobo, asustado. - No quería causar problemas.
Sin tener más remedio, el lobo se alejó, entendiendo que no podría salir con la suya. Los cerditos animaron a los demás.
- Gracias, amigos. ¡Los tres cerditos juntos, siempre más fuertes! - decía Renato feliz.
Desde ese día, los tres hermanos entendieron que trabajar juntos y ser precavidos los llevaba a estar más seguros. Y el lobo, aunque un poco astuto, aprendió que los amigos siempre estarían dispuestos a protegerse los unos a otros.
Y así, los tres cerditos vivieron felices y tranquilos en el bosque, dejando atrás su miedo al lobo, que nunca volvió a molestarlos. Fin.
FIN.