Los Tres Cerditos y el Lobo Humorista



En un tranquilo pueblo de la granja, vivían tres cerditos: Tito, Rocco y Felipe. Cada uno tenía su personalidad, y aunque eran hermanos, tenían formas muy diferentes de ver el mundo.

Un día, su mamá les dijo: "Chicos, ya están grandes. ¡Es hora de que construyan sus propias casas!"

Y así, los cerditos empacaron sus cosas y se lanzaron a la aventura.

Tito, el más perezoso, pensó que sería más sencillo construir una casa de paja. "¿Para qué complicarse, si la vida es corta? Para lo importante hay tiempo", se decía mientras se acomodaba para dormir en su nueva casa de paja.

Rocco, el hijo del medio, optó por construir una casa de madera. Se puso a martillar y clavar con gran entusiasmo, pero cada vez que subía a su escalera, se caía de la risa al recordar las locuras de su hermano menor. "¡Mirá que el lobo es medio tonto!" se burlaba.

Felipe, el más serio y trabajador, decidió hacer su casa de ladrillos. "Yo prefiero que mis paredes sean fuertes. Nunca se sabe cuándo te puede tocar un lobo", les dijo a sus hermanos mientras acomodaba sus ladrillos con precisión.

Cuando terminaron, los cerditos ya estaban cansados, así que se reunieron para un picnic en el jardín de Felipe. "¿Vieron? Hice la mejor casa. Mi casa resistirá cualquier cosa, incluso una tormenta de risas", dijo Felipe.

Mientras tanto, un lobo que pasaba por allí escuchó todo ese bullicio. Era un lobo diferente, conocido como el Lobo Chistoso. Él adoraba hacer reír a los demás, pero la idea de cazar cerditos, ¡esa sí que le daba risa!

El Lobo Chistoso decidió hacer algo diferente. Consiguió un disfraz de cerdito y se acercó a la casa de Tito.

"¡Cerdito! ¡Cerdito! Abre la puerta, que soy tu primo el cerdito divertido!" gritó con una voz aguda.

Tito, sin mirar, contestó: "¡A la pucha! Ese primo me suena raro, ¡no voy a abrir!"

El lobo, algo frustrado, se acercó a la casa de madera de Rocco.

"¡Cerdito! ¡Cerdito! Salí a jugar, ¡traigo chistes para compartir!"

Rocco respondió: "¡El único chiste que me interesa es por qué venir a molestar a un cerdito trabajador como yo! ¡No voy a abrir!"

Finalmente, el Lobo Chistoso llegó a la casa de ladrillos de Felipe.

"¡Cerdito! ¡Cerdito! Abrime que soy tu primo el lobo divertido, ¡tengo unos chistes que son un bombazo!"

Felipe, intrigado, decidió abrir la puerta un poco, pero con cautela.

"¿Cuáles son esos chistes?" preguntó con desconfianza.

El lobo, sin perder la oportunidad, comenzó: "¿Qué hace una vaca en el espacio? ¡Un viaje a la luna!"

Felipe soltó una risa nerviosa.

"Eso estuvo... bueno... pero..."

El lobo, viendo que había logrado hacer reír a Felipe, continuó: "¡Y si el chiste no te gusta, ¡también traigo un pastel!"

Rocco y Tito se asomaron para ver qué pasaba y comenzaron a reír también. No podían creer que el lobo no solo quería comerlos, sino hacerlos reír.

"¡Esperá, esperá! ¿Trajiste torta?" preguntó Tito.

"¡Claro!" respondió el lobo con una gran sonrisa mientras sacaba un pastel de chocolate de su mochila.

"¡Nunca pensé que un lobo podría hacer un postre tan rico!" dijo Rocco.

"¡Y a mí no me parece tan malo compartir un rato!" agregó Felipe, sintiéndose un poco más cómodo.

Y así, los tres cerditos y el Lobo Chistoso celebraron una gran fiesta. El lobo les contó más chistes y se convirtió en el mejor amigo de los cerditos.

Al final, los tres cerditos aprendieron que no todos los peligros son lo que parecen. Y que a veces, si uno se arriesga a abrir la puerta, puede encontrar una gran amistad... y un delicioso pastel.

"Así que, amiguitos, si ven a un lobo, ¡miren bien antes de asustarse!" dijo Felipe mientras levantó un trozo de pastel.

Todos rieron, se abrazaron y, desde ese día, cada vez que escuchaban un aullido, sabían que era su amigo el Lobo Chistoso viniendo a contar un nuevo chiste.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!