Los Tres Cerditos y el Lobo Imprevisto



Érase una vez, en un lejano y divertido bosque lleno de risas, tres cerditos que eran hermanos y tenían una pasión desbordante por construir casas. El primero, llamado Cerdi, era un poco improvisado y decidió hacer una casa de paja, porque, según él, ¡era más liviana para entrar y salir!"¡Mirá qué fácil!" - decía Cerdi mientras armaba su casa. "Si el lobo viene, voy a salir volando como un cohete hacia la casa de mi hermano gordon, que hará un buen asado".

El segundo cerdito, Lardo, más práctico, había elegido construir su casa con palos. No tan liviano como la paja, pero tampoco una muralla.

"Con esta casa de palos, puedo jugar a ser un arquitecto" - comentó Lardo orgulloso, mientras decoraba la entrada con unas flores de plástico.

"Pero si viene el lobo te la tira de un soplido" - se rió Cerdi.

El hermano mayor, el más sensato de los tres, Pedro, decidió hacer su casa de ladrillos. Era una tarea ardua y transpirante, pero él sabía que eso brindaría una buena protección contra cualquier lobo con ganas de hacer lío.

"Muchachos, construyan sus casas como quieran, pero el lobo no va a pensar que soy un cerdito tonto" - dijo Pedro mientras apilaba ladrillos y se aseguraba de hacer un buen trabajo.

Un día, mientras los cerditos se distraían jugando a la caza de insectos, un lobo curioso y muy hambriento paseaba por el bosque.

"¡Mmm, cerditos!" - pensó el lobo al oler el aroma de la bocanada de alegría que se escurría por las casas. "¡Me comeré a esos cerditos en un abrir y cerrar de ojos!".

El lobo se acercó a la casa de Cerdi y, con un golpe a la puerta, hizo un gran ruido.

"¡Cerdi, abre la puerta! Soy el lobo feroz y estoy muy hambriento!" - rugió el lobo, tratando de sonar aterrador.

"¿Acaso me estás tomando el pelo?" - se rió Cerdi. "¡Con esa voz y ese ritmo, pareces el cantante de una banda de rock!".

El lobo, frustrado por no dar miedo, decidió soplar para derribar la casa de paja. Con un soplido, la casa voló por los aires.

"¡A la casa de Lardo!" - gritó Cerdi mientras se alejaba corriendo.

Llego al refugio de su hermano Lardo justo cuando el lobo estaba a punto de entrar.

"¡Lardo, rápido! Cerdi me dijo que venía a comernos!" - exclamó Cerdi al entrar.

Lardo, al ver a su hermano tan asustado, decidió que tenía que hacer algo.

"¡No te preocupes, tenemos palos!" - gritó mientras se cubría detrás de una silla.

El lobo llegó a la casa de palos y repitió su acto.

"¡Ábranme, cerditos!" - dijo con voz clara.

"¡Solo si viniste a jugarnos un truco!" - respondió Lardo desde adentro, intentando herir la sensibilidad del lobo.

El lobo se frustró tanto que se olvidó de su plan y sopló varias veces, logrando derribar la casa de palos como si fueran cañas de azúcar.

"¡Adentro de la casa de Pedro!" - gritó Cerdi, y los cerditos corrieron hacia allí.

Pedro, que estaba disfrutando un yogurt natural, miró sorprendido a sus hermanos.

"¿Qué hace el lobo todavía aquí?" - preguntó, mientras metía varios ladrillos en los bolsillos para usarlos como defensa.

"Los palos y la paja no sirvieron de nada, ¡ayúdanos!" - dijo Lardo, preocupado.

El lobo llegó a la casa de ladrillos y volvió a llamar.

"¡Ábranme, cerditos! Soy el lobo feroz y tengo hambre!" - dijo de nuevo.

Pedro, decidido a no dejarse intimidar, decidió compartir su sabiduría.

"Mirá, amigo lobo, si querés ser parte del juego, tal vez deberías usar un disfraz de cerdo. Te lo digo en buena onda".

Al oír esto, el lobo quedó muy confundido y, entre muecas, se puso un color rosa con papel que había encontrado.

"¡Soy un cerdo también!" - dijo, intentando sonar amigable.

"¡No! ¡No esperes que te creamos!" - rieron los cerditos, comenzando a reírse de la situación.

El lobo, avergonzado, se dio cuenta de que no podía seguir actuando como un lobo feroz y terminó uniéndose a los tres cerditos en una merienda de golosinas.

"Siempre es mejor compartir que comerse a alguien" - dijo Pedro, mientras el lobo comía una porción de torta.

Desde ese día, el lobo decidió dejar de ser un lobo feroz, y en lugar de asustar a los cerditos, jugaba con ellos en el bosque. Así aprendieron que la amistad y la risa son más fuertes que el miedo y que a veces, con un poco de ingenio, se pueden cambiar las situaciones más sorprendentes.

Y así, los tres cerditos y el lobo se convirtieron en los mejores amigos del bosque, compartiendo aventuras y risas todos los días.

Fin.

FIN.

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