Los tres cerditos y la amistad valiente


Había una vez, en un tranquilo y colorido bosque de la Patagonia argentina, tres cerditos muy curiosos y aventureros: Bartolo, Benito y Bautista.

Un hermoso día soleado, los tres decidieron ir al mercado para comprar comida fresca para su deliciosa cena. Bartolo fue el primero en levantarse temprano por la mañana. Se puso su sombrero de paja y salió de su casa con una canasta vacía colgando de su brazo.

Al caminar hacia el mercado, Bartolo escuchó un extraño ruido detrás de él. Se dio vuelta rápidamente y vio al lobo feroz acercándose a gran velocidad. - ¡Ay! ¡El lobo! -gritó Bartolo asustado mientras corría tan rápido como sus patitas le permitían hasta llegar a su hogar.

Cuando llegó a salvo, Bartolo contó lo ocurrido a sus hermanos Benito y Bautista. Ambos quedaron muy asustados pero decidieron que ellos también debían intentar ir al mercado. Benito fue el siguiente en probar suerte.

Salió con mucha precaución llevando una canasta similar a la de Bartolo. Mientras caminaba camino al mercado, Benito vio unas huellas gigantes en el barro que se dirigían hacia donde él estaba parado.

Asustado, miró hacia arriba y allí estaba nuevamente el lobo feroz acechándole desde un árbol cercano. - ¡Auxilio! ¡El lobo está aquí! -gritó Benito alarmado mientras corría velozmente hasta llegar a salvo a su hogar. Cuando Benito llegó, encontró a Bartolo esperándolo preocupado.

Juntos, contaron lo sucedido a Bautista y los tres comenzaron a pensar en una solución para poder ir al mercado sin temor. Fue entonces cuando el cerdito mayor, Bautista, tuvo una brillante idea.

Decidió construir una trampa para el lobo feroz y así poder capturarlo. Bautista trabajó arduamente durante todo el día construyendo la trampa más ingeniosa que se pueda imaginar. Utilizó ramas fuertes y grandes rocas para asegurarse de que funcionara correctamente.

Al día siguiente, los tres hermanos se levantaron muy temprano y se dirigieron al mercado juntos. Llevaban sus canastas vacías pero también llevaban consigo mucha valentía y determinación. Mientras caminaban hacia el mercado, escucharon un ruido extraño detrás de ellos.

Pero esta vez no sintieron miedo porque sabían que tenían un plan. - ¡Es hora de poner en acción nuestra trampa! -exclamó Bautista emocionado mientras señalaba al lobo feroz acercándose cautelosamente hacia ellos.

Los hermanos rápidamente activaron la trampa y el lobo quedó atrapado entre las ramas y las rocas. El pobre lobo intentaba liberarse pero era inútil. Los cerditos se acercaron lentamente al lobo mientras este les suplicaba perdón por haberlos asustado tanto antes.

- Entendemos que solo querías jugar con nosotros pero nos asustaste mucho -le dijo Bartolo con voz firme pero amable-. Si prometes no volver a asustarnos, te ayudaremos a salir de la trampa.

El lobo, arrepentido y avergonzado, prometió que nunca más les causaría temor y que solo quería ser amigo de los cerditos. Los tres hermanos decidieron darle una oportunidad al lobo feroz. Juntos, liberaron al lobo de la trampa y desde ese día se convirtieron en grandes amigos.

El lobo aprendió a comportarse adecuadamente y los cerditos aprendieron que no todos los lobos son malvados. Descubrieron que con paciencia y comprensión, es posible superar el miedo y forjar amistades inesperadas. Desde entonces, Bartolo, Benito, Bautista y el lobo feroz pasaron muchas tardes divertidas juntos.

Aprendieron a respetarse mutuamente y disfrutaron de deliciosas cenas en las cuales todos colaboraban para cocinar. Y así fue como esta historia terminó felizmente. Los tres cerditos aprendieron a enfrentar sus miedos mientras el lobo feroz encontró verdaderos amigos en ellos.

A partir de ese momento, vivieron aventuras emocionantes juntos en el bosque encantado de la Patagonia argentina.

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