Los Tres Cerditos y la Visita al Lobo



Los tres cerditos, Tris, Tocó y Toto, eran conocidos en todo el bosque por sus travesuras. Siempre buscando aventuras y diversión, un día decidieron que era hora de conocer al lobo que tanto ruido hacía. Sin embargo, había un pequeño problema: no sabían cómo llegar a su casa.

"Che, ¿y cómo llegamos hasta el lobo?" - preguntó Tocó, quien siempre tenía un espíritu curioso.

"No sé, pero deberíamos preguntar a alguien que sepa," - respondió Tris, que siempre era el más razonable.

"¿Y si le preguntamos al conejito sabio?" - sugirió Toto, emocionado.

Los tres cerditos decidieron que era una excelente idea y se dirigieron a donde vivía el conejito. Al llegar, tocaron su puerta.

"Toc, toc!"

"¿Quién es?" - preguntó el conejito asomando su cabeza.

"¡Somos los tres cerditos! Queremos ir a visitar al lobo, pero necesitamos ayuda para encontrar su casa!" - dijo entrado en calor Tris.

El conejito miró a los cerditos y sonrió.

"Mmmm, el lobo no es muy amigable, pero si insisten, puedo ayudarles. El camino es un poco complicado, y necesitan seguir algunas reglas para no asustarlo. Primero, deben ser respetuosos, y segundo, deben ir en grupo."

"¡Podemos hacerlo!" - exclamó Toto lleno de entusiasmo.

"Sí, aunque por las dudas, llevemos algo para ofrecerle. ¿Qué tal unas galletitas?" - sugirió Tocó, contento con la idea.

Así que los cerditos prepararon unas galletitas caseras y se marcharon hacia la casa del lobo. Caminaron y caminaron, hasta que se encontraron en frente de una cueva oscura.

"Allí debe estar el lobo," - dijo Tris, temblando un poquito.

"Vamos, no podemos dar marcha atrás ahora!" - animó Tocó mientras respiraba hondo.

"Una, dos, tres... ¡toc, toc!" - gritaron los cerditos al unísono.

El lobo abrió la puerta y los miró con sorpresa.

"¿Qué quieren?" - preguntó, frunciendo el ceño.

"Hola, somos Tris, Tocó y Toto. Venimos a hacerte una visita y traemos unas galletitas para vos!" - dijo Toto, valiente.

El lobo, confundido, dio un paso atrás.

"¿Galletitas? ¿Para mí?" - dijo, un poco desconcertado.

"Sí, queríamos conocerte, pero también queríamos traerte un gesto amable. Siempre te oímos gritar y pensamos que podría ser porque te sentías solo..." - contestó Tris, con toda la sinceridad del mundo.

"No me siento solo, sólo estoy enojado porque los demás animales del bosque no me entienden..." - confesó el lobo.

Los cerditos se miraron entre ellos, sabiendo que habían cometido un error al asumir que el lobo era solo un griton.

"Tal vez podemos ser amigos, si nos conoces un poco más..." - dijo Tocó.

"Sí, compartamos las galletitas y hablemos un rato," - sugirió Toto.

El lobo, entre sorprendido y emocionado, aceptó la propuesta.

"Está bien, pasen y cuéntenme sobre sus travesuras en el bosque."

Así, los cerditos y el lobo pasaron una tarde juntos compartiendo historias y risas. Poco a poco, el lobo dejó de gruñir y comenzó a hablar con una sonrisa.

Al final del día, al despedirse, el lobo les dijo:

"Gracias, cerditos. Me alegro de haberlos conocido. A veces, solo necesitamos un poco de amabilidad para cambiar las cosas."

Los cerditos regresaron a casa muy felices, habiendo aprendido una valiosa lección sobre la empatía y la importancia de conocer a las personas, incluso a aquellas que parecen gruñonas.

"¿Volveremos a visitarlo?" - preguntó Toto.

"¡Por supuesto!" - contestó Tris.

"Tal vez podamos invitarlo a jugar con nosotros en el bosque!" - propuso Tocó entusiasmado.

Y así, los tres cerditos hicieron un nuevo amigo y se olvidaron de las travesuras por un momento, eligiendo la amistad por sobre todo.

Fin.

FIN.

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