Los tres chanchitos valientes



Había una vez en un hermoso campo argentino, tres chanchitos llamados Pancho, Tito y Pepito. Vivían felices jugando entre el pasto verde y las flores coloridas. Un día, mientras correteaban por ahí, se encontraron con la vaca Lola.

Lola era una vaca muy amigable y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Los chanchitos se acercaron a ella emocionados y le preguntaron:- ¡Hola Lola! ¿Quieres jugar con nosotros? La vaca sonrió bondadosamente y dijo:- ¡Claro que sí! Me encantaría jugar con ustedes. Los cuatro amigos comenzaron a saltar de alegría en el campo. Pero de repente, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque cercano.

Era un lobo hambriento que había olido la presencia de los chanchitos. - ¡Oh no! -exclamó Pancho-. Tenemos que buscar un lugar seguro para escondernos. Rápidamente, los chanchitos corrieron hacia su casa hecha de paja. Pero sabían que esa no sería suficiente protección contra el lobo feroz.

Entonces recordaron algo importante que les había enseñado su mamá: construir una casa fuerte y segura. Decidieron ir al mercado del pueblo para comprar materiales para construir sus casas nuevas.

Compraron madera resistente, ladrillos sólidos y tejas resistentes al viento. Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron construir tres hermosas casas: una de madera para Pancho, otra de ladrillos para Tito y una última de piedra para Pepito.

El lobo siguió el rastro de los chanchitos y se acercó a la casa de Pancho. Golpeó la puerta y dijo:- ¡Chanchito, chanchito, déjame entrar! Pero Pancho sabía que el lobo no era de confiar, así que respondió:- No, no te dejaremos entrar.

No eres más que un lobo feroz. El lobo enfurecido sopló con todas sus fuerzas y derribó la casa de paja de Pancho. Pero el astuto chanchito logró escapar corriendo hacia la casa de Tito.

El lobo llegó a la casa de Tito y nuevamente golpeó la puerta diciendo:- ¡Chanchitos, déjenme entrar! ¡Soy inofensivo! Tito, al igual que su hermano Pancho, supo reconocer las malas intenciones del lobo y le respondió:- No te dejaremos pasar.

Eres un lobo feroz y queremos estar seguros. El lobo enojado sopló con todas sus fuerzas una vez más y logró derribar la casa de madera de Tito. Pero los dos chanchitos se salvaron corriendo hacia la sólida casa de piedra construida por Pepito.

Finalmente, el lobo llegó a la casa de Pepito y gritando desesperado dijo:- ¡Chanchitos! Por favor, déjenme entrar. Solo quiero jugar con ustedes. Pepito sabía que no podía confiar en el lobo después del daño causado a sus hermanos.

Así que respondió decidido:- No puedes engañarnos, lobo feroz. No te dejaremos entrar. El lobo, furioso y desesperado, sopló con todas sus fuerzas para derribar la casa de piedra de Pepito. Pero no tuvo éxito.

La casa era fuerte y resistente. El lobo se dio por vencido y se alejó del campo. Los chanchitos celebraron su victoria y agradecieron a Lola por su valiosa amistad y ayuda en momentos difíciles.

Desde ese día, los tres chanchitos aprendieron que trabajar en equipo y construir una base sólida es fundamental para protegerse de los peligros que puedan aparecer en la vida. Y así vivieron felices para siempre en el campo argentino, rodeados de pasto verde y flores coloridas.

FIN.

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