Los Tres Chanchitos y el Viento Travieso



Había una vez en un colorido bosque, tres chanchitos llamados Pedro, Pablo y Pía. Cada uno de ellos soñaba con construir su propia casa, un lugar donde pudieran vivir tranquilos y felices.

Pedro, el más pequeño, era un soñador. "-Voy a hacer mi casa de paja!", dijo alegremente. "Es ligera, perfecta para moverme rápido en caso de un peligro."

Pablo, el del medio, era un poco más práctico. "-No, no! La casa de paja no sirve. Yo voy a hacer la mía de madera. Es más fuerte y me protegerá mejor."

Pía, la mayor, observó a sus hermanos y dijo: "-Veo que ambos piensan diferente. Pero yo haré mi casa de ladrillos. Quiero algo que me dure y me haga sentir segura."

Los tres chanchitos se pusieron manos a la obra. Pedro, con su energía, construyó rápidamente su casa de paja. "-¡Listo! Ahora puedo jugar todo el día!", exclamó. En cambio, Pablo tardó un poco más, pero al final logró terminar su casa de madera. "-Ahora tenemos un lugar cálido para descansar", dijo contento.

Sin embargo, Pía trabajó duro durante varios días. Cada ladrillo lo colocó con dedicación y pensamiento. Cuando terminó, miró su obra y sonrió: "-Esta casa es fuerte como yo."

Un día, mientras los chanchitos estaban jugando, se levantó un viento muy fuerte que comenzaba a soplar por el bosque. Pedro, que estaba en su casa de paja, notó que empezaba a tambalearse.

"-¡Oh no! ¡El viento!" gritó Pedro. "-Tengo que ir con Pablo!"

Salió corriendo de su casa y se metió a la de su hermano. Pero el viento seguía soplando con fuerza y pronto empezó a hacer tambalear la casa de madera.

"-¡Pablo, el viento es muy fuerte!"

"-¡Rápido, vámonos a casa de Pía!" propuso Pablo. Los chanchitos se apuraron y, con grandes saltos, llegaron a casa de su hermana.

Cuando llegaron a la casa de ladrillos, Pía los recibió con una sonrisa. "-¡Qué suerte que llegaron! Esta casa está firme y no se va a caer con nada. ¡Entren!"

Una vez dentro, los tres chanchitos se sintieron a salvo. El viento soplaba fuera, pero su casa permanecía inamovible.

"-¿Por qué no nos escucharon cuando les dije que la paja y la madera no son tan fuertes?" preguntó Pía con preocupación. "-Siempre hay que pensar en lo que realmente necesitamos, no solo en lo que es fácil o rápido."

Pedro, un poco avergonzado, respondió: "-Tenés razón, Pía. Yo solo quería jugar y no pensé en el futuro. Espero que no sea tarde para aprender."

Pablo añadió: "-A veces, hacer las cosas rápido no es lo mejor. Yo aprendí eso con mi casa de madera."

De repente, un fuerte aullido hizo que todos miraran por la ventana. Era el Lobo Feroz, que había aparecido en el bosque. "-¡Chanchitos, salgan de sus casas! ¡Quiero comerlos!" gritaba el lobo.

Pedro y Pablo, temerosos, se miraron entre ellos. "-¡No saldremos!" gritaron a la vez.

"-¿Qué hacemos, Pía?" preguntó Pedro con temor.

"-Nada de preocupaciones, que aquí estoy yo!" dijo Pía, segura de sí misma. "-La casa de ladrillos es fuerte. Solo necesitamos un plan."

Pía se dirigió a la cocina y dijo: "-Voy a hacer unas sopas deliciosas para que el Lobo no se aburra. Después, cuando menos lo espere, haremos ruido y lo asustaremos."

Los chanchitos comenzaron a preparar la sopa y al mismo tiempo, elaboraron un fuerte plan. Cuando la sopa estuvo lista, todos gritaron a la vez: "-¡Wooo! ¡Estamos listos para comer, Lobo!"

El Lobo asustado, no sabía qué pensar. "-¿¿Qué están haciendo? ?" preguntó confundido. "-¿Sopa en vez de chanchitos?"

"-Sí, así que mejor llevate una sopita!" gritaron.

El lobo, curioso, se acercó a la ventana. "-Desenchúfense, ya no quiero chanchitos. La sopa suena raramente bien..."

Los chanchitos hicieron sonar los platos a propósito, creando un gran ruido. "-¡Ah! ¡¿Qué sucede? ! Ni se me ocurra caer en su trampa!" exclamó el Lobo, pero dejó salir un pequeño estornudo. El gustillo de la sopa había hecho su efecto.

"-Solo entren y pueden tener su sopa!" gritó Pía, desafiando. Al final, los tres chanchitos atinaron a hacer ruido fuerte y eso espantó tanto al Lobo, que éste salió corriendo, despavorido del bosque.

Los tres chanchitos saltaron en una celebración. Desde ese día, Pedro y Pablo aprendieron a valorar más la seguridad y la perseverancia. Y siempre recordarán el valor de un trabajo bien hecho, mientras que Pía se sintió feliz de haber podido proteger a su familia de ese desafiante viento y lobo.

Así, los chanchitos siguieron viviendo felices, jugando y cocinando en su casa de ladrillos, contando siempre la historia más increíble de cómo el trabajo en equipo y la dedicación les ayudaron a salir adelante. Y nunca se olvidaron de reir mientras disfrutaban del aroma de las sopas que tanto les gustaban.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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