Los Tres Conejitos y el Zorro



Había una vez, en un bosque lleno de colores y sabores, tres hermanos conejitos: Lalo, el mayor; Mía, la del medio; y Toto, el más pequeño. Un día, decidieron que era hora de salir a buscar comida, ya que su despensa estaba casi vacía.

"Hermanitos, cada uno debe tener cuidado en el bosque, hay cosas que no conocemos y, sobre todo, no podemos perder de vista nuestra seguridad", dijo Lalo con voz firme mientras les guiñaba un ojo.

"Está bien, hermano mayor", respondieron Mía y Toto al unísono, llenos de emoción al pensar en las delicias que podrían encontrar.

Cada uno se adentró en diferentes direcciones. Mientras Lalo buscaba zanahorias en su lugar favorito, Mía se aventuró en la parte más frondosa del bosque en busca de fresas, y Toto decidió explorar el claro donde solían jugar.

De repente, Lalo escuchó un ruido. Era un suave crujido entre los arbustos. Con el corazón en la boca, se asomó y vio una silueta que le dio escalofríos. ¡Era un zorro!"¿Qué haré?", pensó Lalo para sí mismo, recordando las palabras que había dicho a sus hermanos. Entonces decidió regresar a advertir a sus hermanitos.

Al poco rato, Mía había llenado su cesto de fresas cuando escuchó a Lalo llegar corriendo.

"¡Mía, corre! ¡Hay un zorro en el bosque! No está lejos de aquí", dijo Lalo entre jadeos.

"¿Un zorro?", preguntó Mía, mirando hacia los arbustos, preocupada.

Mientras tanto, Toto, que seguía en el claro, no había escuchado a sus hermanos. Estaba buscando unos hongos de colores cuando, de repente, se dio cuenta de que algo lo miraba. Era el mismo zorro, que había seguido a Lalo.

"¡Ay, no!", gritó Toto, dándose la vuelta para escapar. Pero el zorro lo vio y comenzó a correr detrás de él.

Toto, a pesar de ser pequeño, sabía que tenía que ser astuto. Así que, en vez de correr en línea recta, zigzagueó por entre los árboles. El zorro, que no era muy ágil, empezó a perderlo de vista. En cuestión de minutos, Toto llegó a donde estaban Lalo y Mía.

"¡Hermanos! ¡Hay un zorro que me persigue!", exclamó Toto.

"¡Vamos, debemos escondernos!", dijo Lalo. Mía tuvo una idea brillante.

"¡Rápido, escóndanse detrás de esos arbustos! Si nos quedamos callados, el zorro no nos encontrará", sugirió Mía.

Los tres conejitos se agazaparon detrás de los arbustos, con los corazones latiendo fuertes. El zorro llegó a donde estaban ellos, pero no pudo ver a los conejitos escondidos. Inspeccionó el área un momento, pero finalmente se aburrió y se fue a buscar algo más de comer.

"¡Lo logramos!", susurro Mía emocionada.

"Así es hermanita. Juntos somos más fuertes", dijo Lalo.

Toto, aún temblando, sonrió y agregó: "No debería haberme alejado tanto... Aprendí una lección hoy".

"Sí, siempre debemos cuidar de los demás y estar juntos", concluyó Mía.

Después de un tiempo, los hermanos decidieron que era mejor volver a casa, pero esta vez, no solo tenían historias que contar, sino también una lección: la importancia de la unión y la precaución. Habían superado un momento de peligro al trabajar juntos y cuidarse unos a otros. Desde ese día, se aventuraron al bosque, pero nunca olvidaron lo que vivieron aquel día con el zorro. Y así, aprendieron que la vida en el bosque podía ser emocionante, pero siempre era mejor compartir esas aventuras con quienes más querían.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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