Los tres deseos de Lola
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía una niña llamada Lola. Lola era muy curiosa y soñadora, siempre buscando nuevas aventuras en cada rincón del pueblo.
Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Lola encontró un viejo libro con tapas de cuero y páginas amarillentas. Al abrirlo, descubrió que era un libro de hechizos mágicos. Emocionada, decidió llevarlo a su casa para estudiarlo con más detalle.
Al llegar a casa, Lola se sentó en su escritorio y comenzó a leer los hechizos en voz alta. De repente, una nube de colores brillantes envolvió la habitación y cuando se disipó, apareció un hada madrina frente a ella.
"¡Hola querida Lola! Soy tu hada madrina y estoy aquí para concederte tres deseos", dijo el hada con una sonrisa cálida.
Lola no podía creer lo que veía, ¡su sueño de tener un hada madrina se había hecho realidad! Después de pensarlo un momento, decidió cuál sería su primer deseo. "Quisiera poder volar como las aves", dijo emocionada. El hada agitó su varita mágica y en un instante, unas hermosas alas doradas crecieron en la espalda de Lola.
Sin dudarlo un segundo, salió volando por la ventana hacia el cielo azul. Durante días enteros disfrutó surcando los cielos y descubriendo vistas increíbles desde las alturas.
Pero pronto se dio cuenta de que extrañaba estar en tierra firme y decidió pedirle al hada madrina su segundo deseo. "Quisiera ser tan ágil como un gato", expresó con entusiasmo. Nuevamente el hada hizo magia y en ese momento Lola sintió cómo su cuerpo se volvía ligero y ágil como nunca antes.
Saltaba entre los árboles como si fuera parte de ellos y corría velozmente por el campo sin cansarse jamás.
Pero a medida que pasaba el tiempo, Lola empezó a notar que sus amigos del pueblo no eran capaces de seguirla en sus travesuras debido a sus nuevas habilidades sobrenaturales. Entonces decidió pedirle al hada madrina su último deseo. "Quiero volver a ser la misma niña curiosa e inquieta que solía ser", pidió con determinación.
El hada sonrió comprendiendo la lección aprendida por Lola y concedió su último deseo. En ese instante las alas doradas desaparecieron junto con la agilidad extraordinaria pero dejaron algo mucho más valioso: la sabiduría adquirida durante esa experiencia mágica.
Desde ese día, Lola siguió explorando cada rincón del pueblo con ojos llenos de asombro y corazón rebosante de gratitud por todas las maravillas que había descubierto gracias a sus tres deseos concedidos.
Y aunque ya no tenía poderes mágicos extraordinarios, sabía que la verdadera magia estaba dentro de ella todo el tiempo.
FIN.