Los tres deseos de los hermanos
Había una vez cuatro hermanos que se amaban mucho. Había dos hermanas mayores, Sofía y Valentina, y dos hermanos menores, Martín y Marina. A pesar de la diferencia de edades, los cuatro hermanos eran inseparables y siempre se divertían juntos.
Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron una misteriosa cueva. Intrigados, decidieron adentrarse en ella. En el fondo de la cueva, se encontraron con un simpático duende llamado Pepito.
Pepito les dijo que tenía el poder de concederles tres deseos a cada uno. Los hermanos no podían creerlo, ¡tres deseos cada uno! Comenzaron a hablar sobre qué deseos pedirían. "Yo quiero ser la mejor jugadora de fútbol del mundo", dijo Marina.
"Yo quiero una colección de los libros más maravillosos que existan", expresó Martín. "Yo quiero ser la cantante más famosa y talentosa de la historia", pidió Valentina. "Y yo quiero ser una gran científica y descubrir cosas increíbles", añadió Sofía.
Con sus deseos decididos, los hermanos se los pidieron al duende Pepito, quien los concedió de inmediato. Sin embargo, al regresar a casa, los hermanos se dieron cuenta de algo importante.
Aunque sus deseos se habían cumplido, habían perdido algo aún más valioso: el tiempo que pasaban juntos. La pasión por sus nuevos talentos los había alejado, y ya no reían y jugaban juntos como solían hacerlo.
Entonces, decidieron pedir un último deseo a Pepito: volver a ser como antes, alegres y conectados como hermanos. El duende Pepito les concedió su último deseo, y los hermanos volvieron a ser inseparables. Aprendieron que, aunque es genial tener talentos individuales, el amor y la unión familiar son mucho más valiosos.
Desde ese día, los cuatro hermanos siguieron viviendo aventuras juntos, apreciando cada momento que compartían como familia.
FIN.