Los Tres Hermanos y la Gran Aventura de la Amistad
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles, tres hermanos: Tomás, el mayor, Julián y Martina, los dos más pequeños. Los tres compartían una casa acogedora y llenaban sus días de juegos y risas. Sin embargo, había un problema: Julián y Martina discutían todo el tiempo.
Cada vez que se pelearan, Tomás se llenaba de frustración.
"¡No entiendo por qué siempre están discutiendo!" - exclamaba Tomás con un suspiro. "¡Deberían aprender a llevarse bien!".
Un día, mientras jugaban en el jardín, Julián y Martina comenzaron a pelear por un viejo juguete que habían encontrado.
"¡Es mío!" - gritaba Julián.
"¡No es cierto, lo encontré primero!" - respondía Martina con lágrimas en los ojos.
Tomás, que estaba tratando de leer un libro bajo la sombra de un árbol, se levantó enérgicamente.
"¡Basta! Si siguen así, no podremos jugar juntos nunca más!" - dijo. "¿Qué pasaría si se lo dieran a la naturaleza?".
Luego de un momento de confusión, Julián y Martina se miraron entre sí, y aunque no comprendían del todo lo que su hermano quería decir, decidieron callar, al menos por un instante.
Tomás propuso una idea.
"¿Y si hacemos un concurso de aventuras? Cada uno puede elegir un desafío, y ganará el que logre hacerlo sin pelear con el otro. Así, los dos aprenderán a trabajar juntos".
Los ojos de Julián y Martina brillaron con emoción.
"¡Eso suena genial!" - exclamó Julián. "El primer desafío debe ser escalar el árbol más alto del jardín. ¡Yo puedo hacerlo primero!"
"¡No! ¡Yo lo haré primero!" - insistió Martina, dispuesta a demostrar su valentía.
Tomás sonrió con paciencia.
"No se trata de quién va primero, chicos. Se trata de hacerlo juntos. ¿Quieren que les ayude?".
Ambos asintieron, y se acercaron al árbol. Con la guía de su hermano mayor, lograron subir juntos, asegurándose de ayudarse mutuamente.
Una vez arriba, se sintieron llenos de alegría.
"Mirá, estamos en la cima del mundo!" - gritó Martina.
"¡Imaginate todo lo que podríamos ver juntos!" - agregó Julián, observando el paisaje.
Después de su exitosa aventura en el árbol, decidieron que el siguiente desafío sería construir un fuerte con ramas y hojas. Mientras trabajaban, fue inevitable que surgieran desacuerdos sobre cómo deberían hacerlo.
"¡Debemos poner las ramas así!" - decía Julián. "¡No! ¡Así no se mantiene!" - replicaba Martina, frustrada.
"Chicos, escuchen..." - interrumpió Tomás. "¿Por qué no hacemos cada uno su parte y luego combinamos lo que ambos creen que es mejor?".
La idea pareció tener sentido. Se dividirían el trabajo y luego unían sus esfuerzos. Al final, el fuerte resultó increíble, con ambos estilos originales bien mezclados.
Al caer la tarde, los tres hermanos se sentaron a contemplar su obra, riéndose de sus aventuras y ubicaciones. La idea inicial de pelear por diferencias se fue desvaneciendo.
"Estoy feliz de haber hecho esto juntos", dijo Julián mientras miraba a su hermana.
"Yo también, nunca lo hubiera hecho sin vos", añadió Martina.
Tomás, aunque no siempre era fácil ser el mayor, se sintió orgulloso de haber guiado a sus hermanos hacia la esperanza de una amistad más fuerte.
"Vieron, trabajar juntos es mucho más divertido" - les dijo. "Cada uno tiene su valor y cuando lo combinan, lo que se puede lograr es increíble".
Desde aquel día, Julián y Martina comenzaron a pensar dos veces antes de pelear. Cuando sentían que iban a discutir, recordaban la gran aventura que habían compartido y formaron una regla.
"Antes de pelear, tenemos que recordar lo que hemos logrado juntos".
La idea de los concursos continuó y, aunque a veces había desacuerdos, cada aventura que compartían los unía más. Crecieron acostumbrándose a escuchar, a proponer y a colaborar.
Y así fue como los tres hermanos, con la guía del mayor, lograron transformar cada pelea en una oportunidad para construir, no solo fuertes, sino también una amistad inquebrantable.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.