Los Tres Inseparables
Había una vez en una escuelita de un pequeño barrio, tres niños llamados Lucas, Martina y Tomás. Al principio, estos tres amigos no se llevaban nada bien. Lucas era un poco mandón, Martina era muy competitiva y Tomás era un poco tímido y solitario. En el recreo, se evitaban y preferían jugar con otros compañeros.
Un día, la maestra Ana anunció que habría un concurso de ciencias donde los alumnos debían formar equipos. Todos estaban emocionados, pero al momento de elegir compañeros, Lucas, Martina y Tomás se encontraron en el mismo rincón del patio.
– ¡No quiero formar equipo con ustedes! – exclamó Lucas, cruzado de brazos.
– ¡Yo tampoco! – respondió Martina, haciendo un gesto de desaprobación.
– Pero, ¿qué hacemos? – preguntó Tomás, nervioso y mordiéndose las uñas.
La maestra Ana se acercó y les dijo:
– Tal vez deban pensar en cómo pueden unir sus talentos para hacer un gran trabajo en equipo.
Finalmente, después de mucho discutir y una que otra mirada de reojo, decidieron trabajar juntos. Al principio, las cosas no fueron fáciles. Lucas quería que las ideas fueran como él decía, Martina solo quería ganar y Tomás no se atrevía a abrirse.
Pero un día, mientras buscaban materiales para el proyecto, se encontraron con un problema: no tenían suficiente cartulina.
– ¡No podemos hacer la presentación sin eso! – gritó Martina, frustrada.
– ¿Y si hacemos nuestra presentación con algo más? – sugirió Tomás, tímidamente, pero con esperanza.
– ¿Qué proponés? – preguntó Lucas, de inmediato.
Tomás pensó y dijo:
– ¡Podemos usar cajas de huevos y papel de colores! Hay un montón en la sala de arte.
Y así, cada uno aportó lo que sabía hacer mejor. Lucas se encargó de la parte técnica, Martina se ocupó del diseño y Tomás, aunque un poco nervioso, propuso ideas creativas. Con el tiempo, descubrieron que al combinar sus talentos, podían crear algo sorprendente.
Día a día fueron sintiendo cómo su amistad crecía. Decidieron conocerse un poco más.
– ¿Por qué no jugamos juntos un rato después de clase? – sugirió Lucas un viernes.
– ¡Claro! – respondió Martina, sorprendida pero alegra de que Lucas quisiera compartir.
Desde esa tarde, los tres amigos comenzaron a jugar a la pelota, a compartir sus juegos y a hablar de cosas que les gustaban. Empezaron a ver lo valiosas que eran las diferencias entre ellos y cómo cada uno aportaba algo único.
El día del concurso llegó y, aunque estaban nerviosos, su presentación fue increíble. Usaron las cajas de huevos para crear un modelo de la Tierra, classificaron los continentes y los animales que la habitaban, todo rodeado de un hermoso collage de colores. Cuando terminaron, la maestra Ana aplaudió.
– ¡Bravo, chicos! Han hecho un trabajo excepcional y se nota que han aprendido a trabajar en equipo.
Al final, ganaron el primer premio, pero lo que más les importó fue lo que habían aprendido.
– Nunca pensé que podríamos hacer algo tan genial juntos – dijo Lucas, sonriendo a sus nuevos amigos.
– Y yo no sabía que el trabajo en equipo podía ser tan divertido – agregó Tomás, mirando a sus compañeros con alegría.
– De ahora en más, somos los tres inseparables – exclamó Martina, estirando sus brazos para abrazar a Lucas y a Tomás.
Y así, lo que comenzó como una rivalidad se transformó en una sólida amistad. A partir de ese día, Lucas, Martina y Tomás se volvieron inseparables. Juntos aprendieron que, aunque eran diferentes, en la unión de sus talentos podían alcanzar grandes logros, y que lo más importante no era ganar, sino disfrutar el camino junto a los amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.