Los Tres Osos y el Gran Desfile de la Ciudad



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y tres osos hermanos decidieron salir a explorar. El oso polar, llamado Blanquito, tenía suéter verde fluorescente; el oso panda, que respondía al nombre de Tía, portaba unas gafas de sol divertidas; y el oso pardo, que todos conocían como Grizzly, llevaba una boina negra clásica. Los tres eran inseparables.

-Les apuesto a que hoy pasa algo emocionante -dijo Blanquito, mirando por la ventana de su departamento en el octavo piso.

-Yo creo que solo va a ser un día más -respondió Tía, acomodándose en el sofá.

-¡No, no, hoy hay un desfile! -gritó Grizzly, con una sonrisa enorme. El desfile era el más importante de la ciudad, lleno de música, color y, sobre todo, comida.

Los tres decidieron salir. Cada uno tenía sus propios gustos. Blanquito buscaba helados, Tía deseaba bambú (aunque no había en la ciudad, pero siempre soñaba), y Grizzly solo pensaba en empanadas. Se calzaron sus zapatitos y salieron con energía.

Pero al acercarse a la plaza donde se celebraba el desfile, todo parecía estar de cabeza. Un grupo de gansos había tomado la delantera del desfile, y estaban haciendo lo que sabían: ¡gansotear! Uno de ellos, que parecía ser el más líder, dijo:

-¡Nadie puede detener nuestra marcha! ¡Seguimos a paso de ganso!

Los tres osos se miraron, confundidos. ¿Cómo podían los gansos acaparar el desfile?

-Los gansos son demasiado ruidosos -dijo Tía, tapándose los oídos.

-Pero tenemos que hacer algo, ¡se está perdiendo la diversión! -exclamó Grizzly.

-¡Tía, tenés que ocupar tu posición! ¡Contale a los gansos que deben hacer un acto para que el desfile sea más divertido! -sugirió Blanquito, mientras pensaba en el helado que perdería por culpa de esos gansos.

Tía se armó de valor y se acercó a los gansos:

-¿No les gustaría hacer algo más divertido? Tal vez un baile o acrobacias.

Los gansos, que eran bastante vanidosos, se miraron entre ellos. Uno de ellos, llamado Ganso Loco, contestó:

-¡Sí, pero solo si nos enseñan a bailar de verdad!

Blanquito, que siempre había querido ser un gran bailarín, pisó fuerte y dijo:

-¡Está bien! Pero a cambio necesitamos que ofrezcan una deliciosa comida en el desfile.

-¡Trato hecho! -gritó Ganso Loco, con una sonrisa amplia.

Entonces comenzó la gran competencia de baile. Tía tomó la delantera, haciendo vueltas y saltos, mientras Blanquito, inspirado, se lanzaba a hacer un tango, los gansos lo seguían tratando de hacer lo mismo. Grizzly, más bien divertido, se unió haciendo unos pasos de cumbia. ¡El desfile comenzó a transformarse en una fiesta única!

La gente de la ciudad se agolpó a mirar. Al final, todos querían participar: había baile, música, y ¡a la hora de la comida, los gansos trajeron todo tipo de delicias! La plaza estaba llena de risas, abrazos y mucha comida, desde empanadas hasta helados y un toque de bambú gracias a la astucia de Tía que había convencido a los gansos de traer algunas ramitas como parte de la fiesta.

-¡Este desfile es el mejor de todos! ¡Nunca había visto algo así! -dijo Grizzly mientras frotaba su pancita.

-¡Es porque aprendimos a cooperar! ¡Los gansos son divertidos después de todo! -respondió Tía, contenta de haber hecho nuevos amigos.

Y así, entre bailes locos, comidas exóticas y risas, los tres hermanos osos vivieron la mejor aventura de todas: en lugar de mirar pasar el desfile, ¡lograron ser parte de él! Al final del día, sabían que, aunque eran diferentes, juntos podían hacer las cosas más increíbles.

Al regresar a su departamento, fueron sorprendidos por el buen olor y la música que provenía de su pequeño espacio, donde habían dejado a su mascota, un gato llamado Pipo.

-¡¿Por qué no me llevaron? ! ¡Hoy debieron traerme miel de esos gansos! -se quejaba Pipo, un poco envidioso.

Y así terminó la jornada, entre risas y un nuevo baile que Tarra, el gato, les enseñó.

Ese día, los osos no solo aprendieron sobre la diversión, sino que también entendieron la importancia de la cooperación, la amistad y nunca subestimar el poder de un buen baile. ¡Fin!

FIN.

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