Los Tres Peones y el Camino del Aprendizaje



Había una vez tres peones y un Rey, cuyos nombres eran Blanquito, Bueno y Apresurado. Un día, estaban muy felices jugando en su castillo sobre un enorme tablero de ajedrez. Los peones disfrutaban del juego, cada uno con su estilo único.

"¡Qué divertido es jugar al ajedrez!" - exclamó Blanquito, el peón que siempre pensaba con calma antes de actuar.

"¡Sí! Pero yo quiero avanzar más rápido y ser la estrella!" - dijo Apresurado, que no podía quedarse quieto, siempre deseando llegar al extremo opuesto del tablero.

"Ten cuidado, Apresurado. No siempre el camino más rápido es el mejor," - advirtió Bueno, quien siempre intentaba equilibrar las jugadas de sus amigos.

Pero Apresurado no escuchó. Estaba decidido a avanzar sin pensar y se movió rápidamente hacia adelante.

"¡Miren cómo me acerco!" - gritó con alegría. Sin embargo, en su camino, no se dio cuenta de que había dejado desprotegido a su compañero Blanquito.

En su siguiente turno, Blanquito tuvo que cubrirlo.

"Apresurado, ¿por qué no esperaste un momento? Ahora tengo que quedarme aquí para protegerte" - se quejó Blanquito.

"¡Pero quiero llegar primero!" - respondió Apresurado.

Después de un rato, Apresurado siguió avanzando sin mirar, hasta que un caballo enemigo lo capturó de repente.

"¡Ay, no! ¿Dónde estás, Apresurado?" - preguntó Bueno, preocupado.

"Me atraparon porque no pensé en el camino que tomé" - respondió Apresurado. "Debería haber escuchado a Blanquito y haber pensado mis movimientos."

El Rey, al observar la situación, decidió intervenir.

"Escuchen, amigos. La velocidad no siempre es la clave para ganar. A veces, el camino más pausado y seguro es el que lleva al éxito" - dijo el Rey, con un tono amistoso.

Blanquito se volvió hacia Apresurado y dijo:

"No se trata sólo de llegar primero, sino de aprender en el camino."

Apresurado asintió, con una leve sonrisa en su rostro.

"¡Tenés razón! Prometo pensar más en mis movimientos y no solo en llegar rápido."

Con esa lección en mente, los tres peones decidieron reiniciar el juego, esta vez muy atentos a las jugadas del otro. A medida que jugaban, empezaron a colaborar, a pensarse mejor unos a otros y a disfrutar del juego más que antes.

"¡Ahora sí se siente más divertido!" - dijo Blanquito, feliz por el cambio.

"Sí, ahora estoy aprendiendo también de ustedes" - agregó Apresurado, satisfecho de estar en equipo.

Finalmente, con el tiempo, los tres amigos se volvieron grandes jugadores de ajedrez. Aprendieron que la clave no era solo moverse rápido, sino también pensar, planear y trabajar juntos. Y así, en su castillo sobre el tablero, celebraron más que una victoria, celebraron la amistad y el aprendizaje.

Desde entonces, Apresurado nunca olvidó la lección que había aprendido en aquel emocionante día: a veces, el verdadero triunfo está en el viaje, no solo en la meta.

FIN.

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