Los últimos sobrevivientes del virus zombi



En un pequeño pueblo, alejado del ruido y el bullicio de la ciudad, habían unos niños que vivían en un mundo donde los zombis estaban a la orden del día. Sin embargo, no eran zombis comunes, sino seres que, en un tiempo, fueron personas. Ellos habían sido afectados por un virus extraño que les hizo perder su humanidad, pero había un grupo de valientes que aún preservaba la esperanza.

Una mañana soleada, Paula y Lucas, dos amigos inseparables, hicieron un descubrimiento en el bosque mientras jugaban y exploraban. Se encontraron con un libro viejo, lleno de cuentos que hablaban sobre el verdadero significado de la amistad, el amor y la unión. Decidieron leerlo juntos y se dieron cuenta de que las historias contaban cómo, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza siempre prevalecería.

"Mirá, Lucas, este cuento dice que la amistad puede hacer que cualquier cosa parezca posible", dijo Paula emocionada.

"Sí, pero ¿qué podemos hacer nosotros con estos zombis?", preguntó Lucas, inseguro.

Paula lo miró con determinación.

"Podemos mostrarles que aún hay amor en este mundo. Quizás no lo recuerden, pero si les enseñamos, tal vez podrían volver a ser como antes."

Entonces, decidieron organizar una reunión en el centro del pueblo, invitando no solo a los niños, sino también a los adultos que se habían salvado del virus. La idea era mostrar que el cariño y la comunidad podían ayudar a enfrentar cualquier dificultad.

El día de la reunión llegó. Los niños prepararon globos de colores y decoraron el lugar con dibujos de cosas que simbolizaban la alegría: flores, sonrisas y, por supuesto, abrazos. Cuando los zombis aparecieron, se mantuvieron al borde, con miradas vacías y movimientos lentos.

"¡Hola!", gritó Paula con entusiasmo. "Hoy queremos compartir un poco de felicidad con ustedes."

Los zombis se miraron, dudando. Pero Paula no se rindió.

"Les traemos historias, risas y canciones. Queremos recordarles que todos éramos amigos. ¡Los invitamos a ser parte de esto!"

Los niños comenzaron a cantar una canción que hablaba de la amistad. Lo curioso fue que, poco a poco, algunos de los zombis comenzaron a moverse al ritmo de la música. Lucas, al ver esto, exclamó:

"¡Mirá, Paula! Están reaccionando. Esto está funcionando."

Paula sonrió, con los ojos brillantes de esperanza.

Sin embargo, ocurrió algo inesperado. Un grupo de zombis más grandes y feroces apareció, asustando a todos. La alegría se convirtió en pánico y los niños se arremolinaron.

"¡No puede ser!", gritaron algunos niños.

Pero Paula tomó la voz cantante nuevamente y, con valentía, dijo:

"¡Espera! No dejemos que el miedo nos venza. Recuerden lo que cuenta nuestro libro, la unión hace la fuerza."

La música se detuvo, y en lugar de huir, los niños se tomaron de las manos y formaron un círculo alrededor de los zombis.

"Estamos aquí para recordarles lo que es sentir. Respiren hondo y déjennos mostrarles el amor", suplicó Paula al grupo de zombis.

Los zombis, sorprendidos por la valentía de los pequeños, retrocedieron un paso.

Una de las criaturas más grandes, con un brillo extraño en los ojos, miró hacia los niños. Fue en ese momento que Lucas, inspirado por la situación, se puso a cantar de nuevo, esta vez solo con la voz.

"Esta canción es para aquellos que no se olvidan, para quienes quieren volver a soñar..."

La melodía suave y llena de esperanza hizo que los demás unieran sus voces también, y los zombis comenzaron a pararse en silencio, sintiendo algo nuevo.

Entonces, ocurrió lo milagroso: uno de los zombis comenzó a mover sus labios.

"¿Qué... qué es eso?", murmuró, sorprendido.

De pronto, comenzaron a recordar quiénes eran, los rostros de aquellos niños que conocieron en sus infantes, la alegría de jugar, reír y querer. Uno a uno empezaron a volver en sí mismos, riendo y abrazando a los niños, con lágrimas en los ojos.

Lucas y Paula se abrazaron, emocionados por lo que habían logrado.

"¡Lo hicimos!", gritó Paula con alegría.

"¡Sí! La amistad siempre puede encontrar el camino de regreso."

Ahora, el pueblo ya no era un lugar de miedos, sino un refugio donde todos, humanos y antes zombis, reían y compartían juntos. Todos aprendieron que, aunque a veces el miedo parecía ganar, el amor y la amistad siempre serían más fuertes. Y así, en ese pequeño pueblo, se escribió una nueva historia llena de esperanza y renacimiento, donde los finales no eran más que nuevos comienzos.

FIN.

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