Los Unicornios y la Granja Mágica



En un día soleado, los unicornios, seres mágicos que vivían en las nubes, bajaron para disfrutar de un nuevo juego. Eran criaturas de colores brillantes, con caballos de crines relucientes, que al correr dejaban estelas de brillo a su paso.

Un grupo de unicornios, liderados por el alegre Arcoíris y la curiosa Estrellita, decidieron aventurarse a explorar un lugar que habían escuchado muy de pasada: una granja en el campo.

Mientras tanto, en esa misma granja, dos niños, Lili y Máximo, jugaban a la pelota en el jardín. Era un día de juegos, y la pelota iba y venía entre ellos con risas y gritos de alegría.

Cuando los unicornios llegaron, se quedaron asombrados al ver a Lili y Máximo.

"¡Mirá eso, Estrellita! ¡Son dos humanos jugando!", dijo Arcoíris, emocionado.

"¡Debemos presentarnos!", sugirió Estrellita con entusiasmo.

Con un salto acrobático, Arcoíris se lanzó del cielo y aterrizó suavemente frente a los niños.

"¡Hola! Somos unicornios! Nos llamamos Arcoíris y Estrellita. ¿Quieren jugar con nosotros?"

Lili y Máximo miraron al unicornio con ojos desorbitados, sin saber si era un sueño o la más maravillosa realidad. Pero antes de que pudieran responder, sus padres salieron de la casa, sorprendidos ante tal visión.

"¡Salgamos! ¡¿Qué está pasando aquí? !", gritó el padre de Lili, apuntando hacia los unicornios.

"¡Esos animales no son de este lugar! ¡Váyanse!", agregó la madre de Máximo con preocupación.

Los unicornios, al sentirse rechazados, dieron un paso atrás, sus corazones comenzaron a sentirse tristes.

"No queríamos asustarlos… solo queríamos jugar", murmuró Estrellita, con el brillo de su cuerno apagándose.

Lili y Máximo sintieron que algo no estaba bien.

"Pero ellos no son peligrosos, mamá. Son mágicos y solo quieren ser nuestros amigos", dijo Lili, tratando de convencer a sus padres.

"¿Cómo sabes eso?", preguntó su papá, aún escéptico.

"¡Porque lo siento!", respondió Máximo, sumándose a la defensa de los unicornios.

Los padres, un poco indecisos, decidieron observar desde la distancia mientras los niños se acercaban más a Arcoíris y Estrellita.

"¿En serio pueden volar?", preguntó Máximo, sus ojos brillando de emoción.

"¡Claro! Pero también podemos jugar a la pelota", respondió Arcoíris, con una sonrisa.

Los unicornios comenzaron a jugar con los niños, haciendo malabares con la pelota mientras volaban y giraban en el aire. A cada castañetazo de la pelota, estallaban risas, y la magia llenaba el aire. Los padres miraban, sorprendidos por la alegría que transmitían Lili y Máximo, aunque todavía estaban cautelosos.

De repente, mientras jugaban, Estrellita hizo un truco que dejó a todos boquiabiertos. Con un giro elegante, lanzó la pelota al cielo, creando un arcoíris brillante de luz que se reflejó en el campo.

"¿Ves, papá? ¡Esos unicornios solo quieren ser amigos!", gritó Lili.

Finalmente, viendo la alegría genuina de sus hijos y la magia que emanaba de los unicornios, los padres se acercaron lentamente.

"Está bien, pero por favor, cuiden de que no se hagan daño", dijo la mamá de Máximo, sonriendo tímidamente.

Los unicornios, felices, prometieron ser cuidadosos.

A partir de entonces, los unicornios, Lili y Máximo se hicieron los mejores amigos. Jugaron juntos todos los días, creando momentos mágicos llenos de risas y color. Arcoíris y Estrellita le enseñaron a los niños que la magia no siempre es lo que parece y que la amistad puede ir más allá de lo que vemos.

Así, la granja se convirtió en un lugar lleno de magia y alegría, donde la diversión nunca se detenía y los unicornios siempre serían bienvenidos. Y Lili y Máximo aprendieron que lo diferente puede traerte grandes amigos y que a veces vale la pena darles una oportunidad a quienes son diferentes a nosotros.

FIN.

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