Los Valientes del Bosque Tenebroso
Era un soleado sábado por la mañana cuando cuatro amigos: Sofía, Tomás, Lucía y Mateo, decidieron explorar el bosque que limitaba con su barrio. Aunque se decía que el bosque era oscuro y tenebroso, ellos estaban muy emocionados.
"Vamos a ser como verdaderos exploradores!" - exclamó Sofía mientras se ajustaba su gorra.
"Sí, solo necesitamos una linterna y un mapa" - agregó Tomás, que siempre llevaba su cuaderno para dibujar.
"Pero ¿no te da miedo, Tomás?" - le preguntó Lucía riendo.
"¡Para nada!" - respondió él, lleno de confianza.
"Además, si algo nos asusta, podemos salir corriendo" - dijo Mateo, aunque su voz temblaba un poco.
Con esas palabras, los niños se adentraron en el bosque. A medida que se alejaban del sol brillante, el ambiente se tornaba más misterioso. Las sombras de los árboles danzaban con el suave viento, y el canto de los pájaros se apagaba poco a poco.
"¿Viste eso?" - murmuró Lucas, señalando a una sombra que se movió detrás de un tronco.
"Fue solo el viento, no hay de qué preocuparse" - respondió Sofía, tratando de sonar valiente.
Siguiendo su camino, encontraron un arroyo que murmullaba alegremente. La luz del sol se reflejaba en el agua y creó bellos destellos que los chicos admiraban.
"Podemos hacer un barco de papel y lanzarlo al agua!" - sugirió Mateo.
"¡Buenísima idea!" - exclamó Lucía, y rápidamente comenzaron a hacer los barcos.
Mientras jugaban, oyeron un extraño sonido detrás de ellos. Era como un rasguño.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Tomás, un poco nervioso.
"Seguramente es un animalito" - dijo Sofía, pero su voz también temblaba un poco.
Decidieron ir a investigar y caminaron hacia el sonido. Al llegar, encontraron a un pequeño perrito atrapado entre unas ramas.
"¡Pobrecito!" - exclamó Lucía, acercándose.
"Hay que ayudarlo!" - dijo Mateo.
"Pero... ¿y si nos muerde?" - preguntó Tomás.
"No lo va a hacer. Tiene miedo igual que nosotros" - respondió Sofía con una sonrisa.
Con mucho cuidado, los niños se acercaron y comenzaron a liberar al perrito. Después de un par de minutos, lograron sacarlo.
"¡Yupi! ¡Lo logramos!" - gritó Mateo, y el perrito, en señal de agradecimiento, movió su cola y lamiendo las manos de los niños.
"¿Cómo vamos a llamarlo?" - preguntó Lucía.
"Sombra, porque fue encontrado en este bosque oscuro" - sugirió Tomás.
"¡Me encanta!" - gritaron todos.
Ahora con Sombra como su nuevo compañero, el grupo continuó su aventura por el bosque. Cada vez se sentían más valientes y unidos.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se dieran cuenta de que se estaban alejando un poco. El sendero se volvía más enredado, y la luz comenzaba a desvanecerse.
"Chicos, creo que debemos volver, ya se está haciendo tarde" - dijo Sofía.
"Sí, quizás deberíamos usar el mapa desde ahora" - sugirió Tomás.
"Ese es el mejor plan" - afirmaron Lucía y Mateo al unísono.
Desplegaron el mapa y notaron que se habían desviado de su camino. Con un poco de trabajo en equipo y la ayuda de Sombra, que parecía saber por dónde ir, lograron volver al sendero principal.
"Lo hicimos juntos!" - exclamó Mateo mientras regresaban a la entrada del bosque.
"Sí, y aprendimos a no asustarnos por lo desconocido" - añadió Tomás, sintiéndose orgulloso de ellos.
"Además, apareció Sombra, ¡quién iba a pensarlo!" - rió Lucía.
Finalmente, salieron del bosque, sintiéndose como verdaderos héroes, con un nuevo amigo y muchas anécdotas por contar. A partir de ese día, cada vez que miraban hacia el oscuro bosque, no solo veían sombras, sino un lugar lleno de aventuras, valentía y amistad.
"Mañana deberíamos volver y explorar más!" - propuso Sofía con una sonrisa.
"¡Definitivamente!" - respondieron al unísono, llenos de emoción.
FIN.