Los Valores de la Sierra
Había una vez, en una hermosa sierra argentina, dos hermanas llamadas Dayana y Danitza. Ellas vivían con su mamá, Ana, y su papá, Miguel, en una casa de adobe rodeada de montañas verdes y un cielo despejado. La familia practicaba siempre valores como la honestidad, la generosidad y el respeto.
Un día, Dayana y Danitza estaban jugando a buscar piedras de distintos colores cuando un extraño ruido llamó su atención.
- ¿Escuchaste eso, Danitza? - preguntó Dayana, con los ojos bien abiertos.
- Sí, parece venir del arroyo… Vamos a ver. - respondió Danitza, llena de curiosidad.
Al acercarse al arroyo, encontraron a un pequeño zorro atrapado en unas ramas. Al verlo, sus corazones se llenaron de compasión.
- ¡Pobre animalito! - exclamó Dayana. - Debemos ayudarlo.
- Pero, ¿y si nos muerde? - dudó Danitza, un poco asustada.
- No creo que quiera hacernos daño, simplemente está asustado.
Las hermanas, llenas de determinación, se acercaron despacio al zorro.
- ¡No te preocupes, vamos a liberarte! - dijo Dayana.
Juntas, comenzaron a quitar las ramas y a calmar al animalito. Al final, después de mucho esfuerzo, lograron liberarlo. El zorro las miró con agradecimiento y, tras un momento de duda, se escapó hacia la floresta.
- Hicimos lo correcto - celebró Danitza, sonriendo.
- Sí, ayudar a los demás es un valor muy importante - asintió Dayana, aplaudiendo.
En ese momento, su papá, Miguel, apareció camino al hogar.
- ¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? - preguntó con una sonrisa.
- ¡Ayudamos a un zorro que estaba atrapado! - exclamó Dayana, emocionada.
- ¡Qué bien! Estoy orgulloso de ustedes - dijo Miguel. - Recuerden, el respeto por la vida es fundamental.
Al regresar a casa, Ana preparó unas ricas empanadas mientras escuchaba la historia de sus hijas.
- Ustedes tienen un gran corazón. Siempre deben recordar que ayudar a quienes lo necesitan es un valor que debemos practicar todos los días - les dijo su mamá con cariño.
Días después, mientras la familia caminaba por el bosque, encontraron una cueva mientras exploraban. Cuando asomaron la cabeza, vieron a un grupo de aves desorientadas.
- ¡Oh no! ¿Qué les pasa a esas aves? - se preguntó Danitza, preocupada.
- Tal vez no saben cómo salir de aquí - sugirió Dayana.
Miguel se acercó y dijo:
- Necesitamos ayudarlas como hicimos con el zorro.
Las niñas asintieron con entusiasmo. Juntas, comenzaron a hacer un camino en el suelo para que las aves pudieran salir volando.
Unas horas después, cuando todas las aves estaban a salvo fuera de la cueva, un pequeño colibrí se acercó a ellas.
- Gracias por ayudarnos, amigas. - dijo el colibrí con alegría. - Ustedes son valientes y amables.
Dayana y Danitza, llenas de felicidad, sonrieron.
- ¡Es un gran valor ayudar! - dijo Danitza.
Cuando regresaron a casa esa noche, Ana y Miguel estaban tan orgullosos de sus hijas.
- Siempre recuerda que ayudar a otros nos hace sentir bien y nos une - les recordó Miguel.
- Sí, y debemos seguir haciendo cosas buenas siempre, sin importar lo difíciles que parezcan, así cuidamos el lugar donde vivimos - agregó Ana.
Y así, Dayana y Danitza aprendieron que los valores que practicaban no solo les traían alegría, sino que también hacían del mundo un lugar mejor para todos. Y cada día, al terminar sus juegos, se prometían seguir ayudando a quienes más lo necesitaban.
FIN.