Los Zapatitos Mágicos de Susi



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires. Susi, una niña curiosa y alegre, decidió salir a jugar al parque. Mientras correteaba entre los árboles y risas, algo brilló en el suelo. Al acercarse, descubrió un par de hermosos zapatitos rojos.

- ¡Mirá estos zapatos! - exclamó Susi, entusiasmada. - Son preciosos.

Al ponérselos, sintió una chispa de magia. De repente, escuchó una voz suave que decía:

- Cada vez que digas la verdad, estos zapatitos te darán un poder especial.

Intrigada, Susi decidió experimentar.

- Hoy voy a decir solo la verdad - pensó mientras caminaba hacia donde estaban sus amigos: Tomás, Lía y Lucas.

Cuando llegó, Lía le preguntó:

- Susi, ¿te gusta el nuevo sabor de helado que trajo Tomás?

- La verdad es que no, no me gustó mucho - respondió Susi.

En ese instante, los zapatitos brillaron intensamente y tomó un pequeño vuelo en el aire. Sus amigos la miraron con asombro.

- ¡Wow! ¿Hiciste magia? - preguntó Lucas con los ojos abiertos como platos.

Susi sonrió y les contó sobre los zapatitos mágicos. Sus amigos estaban fascinados y querían probar la magia también.

- ¿Y si decimos la verdad? - sugirió Tomás. Todos asintieron, listos para jugar.

Primero, Lía dijo:

- A veces miento sobre mis calificaciones para que no se enojen mis papás.

Los zapatitos comenzaron a brillar, pero no pasó nada extraordinario.

- Quizás necesitamos decir la verdad de otro tipo - dijo Susi, reflexionando.

- Yo nunca he sido bueno en matemáticas - confesó Lucas.

Los zapatitos brillaron de nuevo, y Lucas, sorprendido, vio cómo se elevaba un poco del suelo.

- ¡Esto es increíble! - gritó emocionado.

Susi les explicó que la magia de los zapatitos sólo funcionaba cuando la verdad se decía con sinceridad. Los amigos empezaron a compartir pequeñas verdades que los hacían sentir mejor.

Sin embargo, un día, mientras jugaban, Susi escuchó a Tomás decir:

- Menos mal que no le conté a Susi que había roto su muñeca favorita, sino se enojaría.

- ¡Eso no está bien! - exclamó Susi. - La verdad es importante.

Tomás se sintió incómodo, pero Susi decidió ayudarlo a ver que decir la verdad puede ser difícil pero siempre es lo mejor.

- Si le cuentas, tal vez se sienta un poco mal, pero también evitarás problemas más grandes después.

Con el tiempo, Tomás decidió juntar valor y hablarle a su amiga. El giro fue impresionante: Susi, con sorpresa, vio cómo sus zapatitos se iluminaban aún más y los hizo volar alto en el aire al contarle sobre su muñeca.

- La muñeca era especial, pero lo más importante es que eres mi amigo - dijo Susi, tomándolo de la mano.

En ese momento, Tomás entendió que la verdad era una forma de cuidar sus amistades.

Los días siguieron pasando, y los amigos aprendieron a valorar la verdad. Pronto se corrió la voz en la escuela, y muchos otros niños se unieron a ellos para compartir sus verdades. El poder de los zapatitos mágicos de Susi se convirtió en un símbolo.

Al final de cada semana, hacían un pequeño círculo en el parque, donde todos contaban una verdad. Eventualmente, ese simple acto reforzó sus lazos de amistad y ayudó a que otros también se unieran.

Un día, Susi miró a sus amigos y les dijo:

- Nunca pensé que unos zapatitos rojos me ayudarían a entender lo importante que es siempre decir la verdad.

Sus amigos sonrieron, sabiendo que habían aprendido la lección más valiosa de todas. Los zapatitos mágicos pasaron a ser un tesoro del parque, pero el verdadero poder de la magia estaba en la amistad y la confianza construida entre ellos a través de la sinceridad.

Y así, Susi y sus amigos siguieron jugando, saltando y como si tuvieran zapatitos de magia en sus corazones, siempre listos para compartir la verdad.

FIN.

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