Los Zapatos Mágicos de Miranda
Era una mañana soleada y Miranda se despertó con una sensación extraña en el corazón. Cuando se levantó, notó algo peculiar a los pies de su cama: ¡una montaña de zapatos! Había zapatos grandes, pequeños y otros que le quedaban justito.
Miranda se agachó y empezó a tocar los zapatos, cada uno tenía un color diferente.
"- ¿Qué será esto?"- pensó, intrigada. Sin pensarlo demasiado, decidió probarse un par de zapatos rojos grandes.
Al ponerse los zapatos, algo mágico sucedió. Se sintió más alta, más fuerte, y de repente, ¡estaba en un lugar totalmente diferente! Era un parque donde los árboles estaban llenos de caramelos y había niños riendo.
"- ¡Hola, misteriosa niña!"- gritó un niño con una camiseta roja.
"- ¡Hola!"- contestó Miranda, completamente sorprendida.
"- Yo soy Lucas ¿Te gustaría jugar a la pelota con nosotros?"- preguntó Lucas.
Miranda se sintió muy feliz, pero recordó que había más zapatos que probar. Así que, después de un rato de jugar con Lucas y sus amigos, se descalzó y probó un par de zapatos amarillos que le quedaban justo.
¡Puff! En un abrir y cerrar de ojos, ¡se encontraron en un atardecer en la playa!"- ¡Guau!"- exclamó Miranda.
"- ¿Estás bien?"- le preguntó una niña con una pulsera de conchitas.
"- Estoy bien, solo que no entiendo..."- respondió Miranda.
"- Esto sucede porque usaste los zapatos. ¿Ves que hay muchas niñas y niños en la playa? Todos están aquí disfrutando juntos, solo que tú pareces un poco confundida".- dijo la niña.
Miranda miró a su alrededor. Había risas, juegos de arena y hasta una competencia de castillos. Fue entonces cuando comenzó a entender algo:
"- ¿Por qué no estoy jugando con ellos?"- preguntó Miranda.
La niña sonrió, "- A veces, pensamos tanto en nosotros mismos que olvidamos a los demás. Pero aquí todos queremos jugar y hacer nuevos amigos. ¿Qué tal si pruebas a invitarlos a jugar?"
Justo en ese momento, Miranda recordó lo que había aprendido sobre pensar en los sentimientos de los otros, así que reunió valor y dijo en voz alta:
"- ¡Hola a todos! ¿Quieren construir un castillo de arena juntos?"
A los pocos segundos, varios niños y niñas se acercaron, entusiasmados y comenzaron a ayudarla. Usaron los mejores baldes, y el castillo fue creciendo hasta convertirse en una hermosa obra de arte.
Al terminar, el sol estaba por esconderse y todos aplaudieron. Miranda se sintió muy satisfecha y, en un giro mágico, se escuchó un —"Puff" y se volvió a encontrar en su cuarto, con los zapatos a sus pies.
Esa noche, mientras se iba a dormir, pensó en lo que había aprendido. Desde ese día, decidió que siempre intentaría pensar no solo en lo que ella quería, sino también en cómo se sentían los demás.
Cuando se despertó, miró los zapatos a sus pies y sonrió. ¡Nunca había sido tan feliz ni había hecho tantos amigos como ese día! Y así, Miranda comenzó a usar su magia de los zapatos para hacer nuevos amigos y compartir alegrías.
Cada vez que se sentía extraña, miraba aquellos zapatos y sabía que había algo más grande que su mundo. Al día siguiente se puso unos zapatos verdes que le quedaban muy bien, y se aventuró nuevamente a vivir una historia que conectara todos los corazones.
Y así, los zapatos mágicos de Miranda no solo le mostraron nuevos mundos, sino que también le enseñaron a ser una amiga, entendiendo que todos tienen sentimientos que vale la pena escuchar y valorar.
FIN.