Los zapatos mágicos de Tomás



Había una vez un pequeño niño llamado Tomás, a quien le encantaba jugar al fútbol. Todos los días, Tomás se levantaba temprano y se preparaba para ir al parque a practicar su deporte favorito.

Pero había algo que siempre lo retrasaba: sus zapatillas desatadas. Tomás siempre olvidaba atarse las zapatillas antes de salir de casa, y esto hacía que perdiera mucho tiempo tratando de arreglarlas en el camino.

Sus amigos del equipo de fútbol siempre bromeaban con él diciendo: "¡Tomás, tus zapatillas están desatadas otra vez!". Un día, mientras se dirigía apresuradamente al parque para encontrarse con sus amigos, Tomás notó algo diferente en el aire.

Había un aroma dulce y mágico flotando por todas partes. Siguió el aroma hasta llegar a un viejo árbol en medio del parque. Al acercarse al árbol, Tomás vio una pequeña hada sentada en una rama baja.

La hada tenía alas brillantes y llevaba unas zapatillas doradas atadas perfectamente. Era la dueña del aroma mágico. "¡Hola, pequeño futbolista!", saludó la hada con una sonrisa amable. Tomás estaba sorprendido pero emocionado de encontrarse con una verdadera hada. "¡Hola! ¿Quién eres tú?", preguntó él asombrado.

"Soy Luciela la Hada de las Zapatillas", respondió ella. "He oído hablar de tu problema con las zapatillas desatadas y he venido aquí para ayudarte". Tomás no podía creer su suerte. "¡Oh, gracias! ¡Eso sería increíble!".

Luciela extendió su varita mágica y pronunció un encantamiento especial. De repente, las zapatillas de Tomás se ataron solas, formando un lazo perfecto. "¡Wow! Eso es asombroso", exclamó Tomás maravillado.

Pero Luciela le advirtió: "Este hechizo solo durará hasta que llegues al parque. A partir de ahora, tendrás que aprender a atar tus zapatillas por ti mismo". Tomás asintió con determinación. "Entendido, Luciela. ¡Aprenderé a atar mis zapatillas como un verdadero campeón!".

Desde ese día en adelante, Tomás practicó todos los días para mejorar sus habilidades futbolísticas y también para aprender a atarse las zapatillas rápidamente. Sus amigos del equipo lo ayudaron y le dieron consejos sobre cómo hacerlo correctamente.

Con el tiempo, Tomás se volvió tan hábil con sus zapatillas que ya no necesitaba la ayuda de Luciela. Pero siempre recordaría el día en que una hada amable le enseñó la importancia de estar preparado y listo para enfrentar cualquier desafío.

Y así, Tomás continuó jugando al fútbol con pasión y amor por el deporte, siempre asegurándose de tener sus zapatillas bien atadas antes de entrar al campo.

Y cada vez que veía a alguien más con las zapatillas desatadas, recordaba la valiosa lección que aprendió gracias a Luciela: nunca subestimar el poder de unas zapatillas bien atadas y la importancia de estar listo para enfrentar cualquier desafío.

FIN.

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