Luana y los dulces de la abuela Ani
Luana estaba muy emocionada porque iba a visitar a su abuela Ani. Hacía mucho tiempo que no la veía y extrañaba sus cuentos, sus dulces caseros y sus abrazos cálidos.
Así que, con una sonrisa en el rostro, se subió al auto junto a sus padres para emprender el viaje hacia la casa de la abuela. Al llegar, Luana corrió hacia la puerta y tocó el timbre con entusiasmo.
La puerta se abrió lentamente y allí estaba su querida abuela Ani, con una mirada llena de alegría al ver a su nieta. "¡Abuela! ¡Qué felicidad verte!", exclamó Luana mientras corría a darle un fuerte abrazo. "¡Luana, mi tesoro! ¡Cuánto te he extrañado!", respondió Ani emocionada.
La casa de la abuela Ani era un lugar mágico lleno de recuerdos y colores. Luana se sentía como en un cuento de hadas cada vez que visitaba a su abuela.
Juntas prepararon galletitas de chocolate, jugaron a las escondidas en el jardín y contaron historias bajo las estrellas. Una tarde, mientras paseaban por el parque cercano, Luana vio a un señor mayor sentado en un banco con gesto triste.
Se acercó curiosa y le preguntó qué le pasaba. "Hola, ¿estás bien?", preguntó Luana con ternura. El señor mayor levantó la mirada sorprendido por la atención de la niña y le explicó que se sentía solo desde que su esposa había fallecido hacía algunos años.
Luana sintió empatía por aquel hombre y sin dudarlo le dijo:"¿Por qué no vienes a cenar esta noche a casa de mi abuela? Seguro te sentirás mejor compartiendo momentos juntos".
El señor mayor aceptó emocionado la invitación y esa noche compartieron una cena llena de risas, anécdotas y nuevos recuerdos. La abuela Ani estaba feliz de ver cómo su nieta tenía un corazón tan generoso y bondadoso.
Con el paso de los días, Luana seguía visitando a su abuela Ani llevando consigo alegría e inspiración. Cada visita era una oportunidad para aprender algo nuevo o hacer sonreír a alguien más. Un día, cuando llegó al hogar de su abuela, notó que había algo diferente en ella.
Estaba más cansada y apagada que lo habitual.
Luana se acercó preocupada:"Abuelita ¿qué te pasa? ¿Estás bien?" Ani tomó las manos de su nieta con cariño y le explicó que últimamente se sentía triste por haber perdido contacto con algunas amistades importantes para ella. Luana escuchó atentamente las palabras de su abuela e inmediatamente tuvo una idea brillante:"¡Vamos entonces juntas al parque! Seguro encontraremos nuevas amistades para ti", propuso entusiasmada.
Y así fue como Luana ayudó a su abuela Ani a abrirse nuevamente al mundo exterior. Juntas conocieron personas maravillosas con quienes compartieron tardes divertidas llenas de juegos, charlas animadas e incluso salidas grupales al teatro o al cine.
Gracias al espíritu solidario e inclusivo de Luana, tanto ella como su querida Abuelita Ani descubrieron que siempre hay espacio para nuevos amigos en sus vidas.
Y juntas aprendieron que el amor y la amistad pueden florecer en los lugares más inesperados si uno está dispuesto a abrir el corazón.
FIN.