Lucas and Sofias Tale



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Lucas era un niño muy especial, ya que tenía el poder de crear puentes instantáneamente para unir lugares distanciados.

Sin embargo, no sabía cómo utilizar este increíble don. Un día, mientras jugaba cerca del río, Lucas vio a unas personas tratando de cruzarlo para llegar al otro lado.

Sin pensarlo dos veces, Lucas levantó sus manos y exclamó: "¡Puentes, puentes! ¡Háganse visibles!" Pero nada sucedió. El niño se sintió desilusionado y pensó que tal vez no era tan especial como creía. A pesar de eso, Lucas decidió seguir intentándolo.

En cada oportunidad que tenía, trataba de hacer aparecer los puentes, pero siempre sin éxito. Se sentía frustrado y triste por no poder ayudar a las personas con su habilidad única.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo con la cabeza gacha y el corazón apesadumbrado, escuchó una risa alegre proveniente de un banco cercano. Levantó la mirada y vio a una niña sentada allí sonriendo radiante.

Intrigado por esa felicidad contagiosa, se acercó tímidamente y le preguntó: "Disculpa ¿qué es lo que te hace reír tanto?"La niña lo miró con ojos brillantes y respondió: "Yo soy la creadora de puentes invisibles". Lucas quedó desconcertado ante aquella afirmación e inmediatamente le preguntó cómo podía hacer eso.

La niña le sonrió y dijo: "Yo no construyo puentes físicos, sino que creo puentes invisibles a través de las sonrisas que genero en los demás". Lucas quedó asombrado por la respuesta y se dio cuenta de que este encuentro era más que una simple casualidad.

Ambos tenían un propósito especial en sus vidas. A partir de ese momento, Lucas y la niña, llamada Sofía, se hicieron grandes amigos. Juntos exploraron su poder para crear puentes visibles e invisibles.

Lucas aprendió a utilizar su habilidad para ayudar a las personas a cruzar ríos y montañas, mientras que Sofía enseñaba a los demás sobre la importancia de las sonrisas y cómo estas podían unir corazones.

Un día, el pueblo fue golpeado por una fuerte tormenta que dejó incomunicados a muchos habitantes. Los caminos estaban bloqueados y nadie podía llegar al otro lado del pueblo. Lucas sabía lo que tenía que hacer.

Concentrando toda su energía, levantó sus manos al cielo y creó un puente gigante sobre el río principal del pueblo. Las personas quedaron impresionadas al ver cómo Lucas había utilizado su don para salvarlos. Pero eso no era todo.

Sofía también hizo su parte: con una gran sonrisa en el rostro, recorrió cada calle del pueblo llevando alegría a todos los afectados por la tormenta. Sus risas eran como hilos invisibles que conectaban los corazones de las personas.

El pueblo volvió poco a poco a la normalidad gracias al trabajo conjunto de Lucas y Sofía. A partir de ese día, ambos niños supieron cuál era su misión en la vida: Lucas, el hacedor de puentes visibles, y Sofía, la creadora de puentes invisibles.

Desde entonces, cada vez que necesitaban unir lugares o corazones distanciados, trabajaban juntos recordando que los puentes no solo se construyen con ladrillos y cemento, sino también con sonrisas y amabilidad.

Y así, Lucas y Sofía demostraron al mundo que todos tenemos habilidades especiales para hacer del mundo un lugar mejor. Solo debemos descubrir cuál es nuestro don y utilizarlo para ayudar a los demás.

FIN.

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