Lucas aprende a compartir


Había una vez un perro llamado Lucas y un gato llamado Simón, que vivían juntos en una linda casa. Lucas era un perro muy comelón y siempre estaba buscando algo delicioso para comer.

Por otro lado, Simón era un gato tranquilo y amante de la paz. Lucas tenía una mala costumbre: siempre se comía la comida que le preparaba su dueño al pobre Simón.

El gato se cansó de esto y decidió ponerle fin a esa situación injusta. Un día, mientras el perro dormía plácidamente en su cama, Simón aprovechó para esconder su comida en un lugar secreto. Cuando Lucas despertó, fue directo al plato de comida del gato pero no encontró nada.

- ¡Simón! ¿Dónde está mi comida? - preguntó el perro con cara de sorpresa. - Lucas, me cansé de que te comas mi comida todos los días.

Quiero enseñarte que eso está mal y que es mejor compartir juntos - respondió el gatito con firmeza. El perro quedó desconcertado por las palabras del gato. Nunca había pensado en cómo sus acciones afectaban a los demás. Tenía ganas de aprender y cambiar su comportamiento egoísta. - Lo siento mucho, Simón.

No me di cuenta de lo mal que me estaba portando contigo. ¿Podrías enseñarme cómo hacerlo bien? - dijo Lucas arrepentido. El gatito sonrió contento al ver la actitud positiva del perro y aceptó ayudarlo.

Juntos fueron a buscar alimentos frescos para preparar una rica cena compartida. Durante varios días, Simón y Lucas cocinaron juntos, aprendiendo nuevas recetas y compartiendo historias divertidas.

Ellos descubrieron que la comida sabía mucho mejor cuando se preparaba con amor y se compartía entre amigos. Un día, mientras estaban disfrutando de una cena deliciosa, llegó un nuevo vecino a su barrio. Era un perrito llamado Toby, quien también tenía la mala costumbre de comerse la comida de los demás.

Lucas recordó cómo se había sentido cuando le hacía eso a Simón y decidió ayudar a Toby a cambiar su comportamiento egoísta. Le enseñó sobre la importancia de compartir y respetar las cosas de los demás.

Toby escuchó atentamente las palabras del perro comelón y decidió seguir sus consejos. A partir de ese día, los tres amigos disfrutaron juntos de ricas comidas preparadas con cariño.

La noticia sobre la transformación de Lucas corrió rápidamente por el barrio, y pronto todos los animales comenzaron a aprender sobre el valor del respeto y la amistad en torno a una mesa compartida. Desde aquel día, Lucas entendió que no solo era importante alimentarse bien sino también hacerlo en compañía de sus seres queridos.

Aprendió que compartir era más gratificante que comer solo. Y así fue como el perro comelón cambió su actitud glotona gracias al gato valiente e inteligente que le mostró el camino correcto.

Juntos demostraron que siempre es bueno comer juntos y compartir momentos especiales con quienes amamos.

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